El territorio de Zuberoa, al norte de los Pirineos, es uno de los territorios más desconocidos de nuestra geografía. Sin embargo, atesora hermosos paisajes y una cultura ancestral profundamente interesante. Maskaradas invernales, con hombres-caballo como protagonistas; famosos cantantes como Etxahun de Iruri y su indispensable “Agur Zuberoa”; pastorales o parajes míticos, como el que hoy reclama nuestra atención: el puente de las lamias de Ligi. 

Zuberoa está surcada de sur a norte por el río Uhaitzandi, que se forma tras recoger las aguas de los arroyos Larrañeko Uhaitza y Urdaiteko Uhaitza. Es un eje vertebrador del territorio, cruzándolo por la mitad, y a cuyo amparo se levantan las principales localidades zuberotarras, como Atharratze o la capital, Maule. Este río esconde también la esencia de los viejos mitos unidos a las aguas, que descubriremos mediante una sencilla ruta, a la vera del Uhaitzandi.

Llegamos hasta la localidad de Ligi y buscamos directamente el propio puente mítico, que se ubica junto al restaurante Alfitcha, junto al que aparcamos, y cruzamos el río por el puente protagonista del paseo, que guarda una antigua leyenda:

“En la localidad zuberotarra de Ligi, se construyó un puente, pero era constantemente arrastrado por el río. Un día, una lamia se presentó ante el señor de Ligi diciéndole que podría levantar un puente que no fuera arrastrado si el señor fuera para ella tras su muerte. Lo edificaría entre el anochecer y la medianoche antes de que el gallo cantase. El hombre aceptó el trato, pero le entró miedo y lo consultó con el párroco. Este le dio dos huevos puestos por una gallina negra, uno de ellos debía ser un pollo el cual cantaría “cucurrucú”. Las lamias, comenzaron su trabajo, todas ellas se llamaban Guillen, y según realizaban su tarea, iban diciendo:

-Dámela, Guillen.

-Tómala Guillen.

-Aquí somos once mil Guillen.

Se pasaban las piedras de una a otra, pero justo en el momento en que faltaba por colocar el último pedrusco, el pollo cantó, y los genios huyeron despavoridos gritando:

-Maldito sea el huevo puesto por la gallina negra de marzo.

Y allí quedó el puente al que aún hoy le falta la última piedra; se ha intentado colocar, pero nadie consigue mantenerla en su lugar”.

Ascensión a la cima

Tras jugar a descubrir el hueco vacío dejado por la piedra de las lamias, ascendemos hasta la zona alta del pueblo para buscar la iglesia, caminando entre hermosas casonas. Una vez allí, tomamos una carretera, que en apenas dos kilómetros lleva hasta el núcleo de Atherei. Frente a nosotros vemos una montaña con una curiosa forma que le ha llevado a ser bautizada con el nombre de Le Chapeau de Gendarme (El Sombrero del Gendarme), en euskera es conocida como Lexantzümendi. Nos encaminamos hacia su cumbre, caminando por una pista que pasa junto a unos pabellones y el río Uhaitzandi. Tras 2 kilómetros, caminando por la vertiente este de la cima, alcanzamos la barriada de Lichans-Sunhar, donde comenzará la ascensión a la cima de la montaña.

Nada más pasar junto a la iglesia, un desvío a nuestra izquierda llega a un carretil que se dirige a una vivienda. Antes de llegar a la casa, vemos un desvío con dos opciones, tomamos el segundo para alcanzar una borda, abandonando el asfalto e introduciéndonos en el bosque. El sendero está balizado con marcas amarillas y va ganando altura paulatinamente para salir a terreno despejado, hasta llegar a la zona alta de la montaña, donde volvemos a internarnos en el bosque.

Es importante no perder las balizas para llegar al buzón cimero,que corona la cumbre de 572 metros de altura. Desde el propio buzón, las vistas son reducidas, no así desde sus cercanías; una mesa de orientación nos ayuda a descubrir las cumbres cercanas.

Continuamos nuestra ruta siguiendo, desde la cumbre, por la senda en dirección opuesta a la de ascenso para salir a terreno despejado y topar con una bifurcación donde optamos por la derecha. El camino salva un fuerte desnivel descendente, en grandes lazadas, hasta llegar a una puerta metálica que da acceso a la carretera que nos deja en Atherei. Solo resta alcanzar el mítico puente de Ligi.

Remojando los pies

Tras el paseo, podemos acercarnos al río y dejar que sus aguas nos acaricien los pies, mientras nos perdemos en los encantos de las lamias. Entes femeninos cuyo cuerpo tiene forma de bella mujer con pies de pato. Nuestra mitología nos las presenta como las hadas buenas de las aguas; posiblemente estemos ante las representantes físicas de los ancestrales cultos a las aguas.

El agua ha sido vista por las culturas tradicionales, como un elemento benévolo, necesario para nuestra supervivencia y símbolo de fertilidad. Por ello, las lamias se han asociado, a nivel mítico, con la fertilidad, e incluso con la sexualidad. Todos estos datos nos llevan a pensar en una relación positiva entre los humanos y los genios que, con la llegada del cristianismo, se rompe.

Surgen ciertas leyendas en las que las lamias no son tan benévolas, incluso en historias como esta de Ligi, vemos una influencia de los nuevos usos. Inicialmente, las lamias colaboran con los humanos, en la construcción, por ejemplo, del puente de Ligi, pero topamos con algo que lo complica: la obligación del señorde quedarse con ellas tras su muerte, algo que rompe esa colaboración positiva. Las lamias son, como hemos, visto seres constructores ya que a ellas se deben la edificación de castillos, iglesias o dólmenes y cromlechs. 

Dejamos a los genios, en su feudo mítico, y volvemos a cruzar el puente para concluir nuestro paseo.

FICHA PRÁCTICA

  • ACCESO: La carretera D-26 cruza la localidad de Ligi, por la que podemos llegar al pueblo siguiéndola desde Maule. 
  • DISTANCIA: 6 kilómetros.
  • DESNIVEL: 350 metros.
  • DIFICULTAD: Media. Recorrido corto con marcados desniveles; para ascender a la cumbre, evitar días con niebla.