La cordillera de los Pirineos guarda parajes de belleza sobrecogedora, lugares sorprendentes cuando se llega a ellos caminando sin prisa. Muchos se acurrucan en perdidos rincones, como si quisieran salvaguardar sus encantos de la vorágine humana. Son parajes a los que debemos acceder con un profundo respeto y con la curiosidad de un niño. Hoy llegaremos a uno de estos lugares, un rincón que no deja indiferente a nadie que acierta a visitarlo por primera vez: nos vamos a la cueva de Arpea.
Antes de concluir la ruta, podemos visitar los cromlechs que se ubican junto al aparcamiento
Para comenzar a caminar, debemos llegar a la fábrica de armas de Orbaitzeta, tras la que una pista llega al refugio de Azpegi. Pasado el alberge, unos 800 metros, llegamos a un alto donde podemos aparcar. Descendemos siguiendo la carretera 500 metros aproximadamente, hasta topar con un sendero a nuestra derecha que nos introduce en un precioso bosque. Salimos a un claro conocido como Ursario, donde debemos girar a nuestra izquierda por un sendero entre la linde del bosque y una pista pastoril.
Las vistas son impresionantes sobre el Pirineo, praderas de altura enmarcadas por bellas montañas
Entre praderas, alcanzamos la citada pista, que enlaza con el carretil que va a Azpegi. En esa intersección, giramos a la derecha para alcanzar el collado de Organbide. Desde esta importante encrucijada de caminos, que además es muga, la cueva de Arpea queda cercana ya que una carretera llega hasta ella rápidamente; pero la dejaremos para el retorno. Antes descubriremos más secretos de estos parajes. A la derecha de la carretera, vemos un loma herbosa que comenzamos a ascender pausadamente. La subida nos lleva directamente hasta la cumbre del pico Saiarri, de 1.121 metros de altura.
Las vistas son impresionantes sobre el Pirineo, praderas de altura enmarcadas por bellas montañas. Tras disfrutar de la cumbre, descendemos por la vertiente contraria, por un marcado sendero que nos lleva directamente hasta la cueva de Arpea.
Son parajes a los que debemos acceder con un profundo respeto y con la curiosidad de un niño
El sitio es indescriptible; un auténtico libro abierto que nos cuenta cómo se formó nuestro querido planeta, donde se puede observar claramente el empuje de las placas tectónicas que dieron forma a estas montañas. Junto a ella, una deliciosa majada pastoril nos habla de un antiguo oficio que aún perdura. En una estribación del Errozate agazapa su magia caliza, encajonada en el verde de las praderas de altura, este abrigo utilizado como cobijo desde tiempos ancestrales.
Culto acuático
En este paraje moran las hadas buenas de las aguas de la mitología vasca, las lamias, tal y como nos cuenta la siguiente leyenda:
“Un pastor solía frecuentar los pastos cercanos de la cueva de Arpea mientras enseñaba a su hijo el oficio al que se dedicaba. Le contó al chico cómo, en los días de niebla, unos misteriosos cantos de lamias embaucaban a los pastores para atraerlos y poder robarles su rebaño. Un día, el muchacho decidió ir él solo con las ovejas, para dar una sorpresa a su padre, y evitarle parte del trabajo, pero no se percató del mal tiempo que hacía por estos collados. Así, subió a las cercanías de Arpea, que cubría una espesa niebla, y comenzó a escuchar un dulce canto que hechizó totalmente al chico. El padre, cuando despertó y entendió lo sucedido, se lanzó hacia la montaña, pero no volvió a saber nada del muchacho y del rebaño; tan solo estaban los perros, ladrando furiosos hacia el interior de la cueva de Arpea.”
Esta vieja leyenda nos habla de un aspecto muy interesante de este culto acuático como son las lamias, el enfrentamiento con los humanos.
Son muchas las leyendas, donde vemos estos citados enfrentamientos, lamias que se enamoran de humanos o viceversa, relación que nunca llega a buen puerto: generalmente el humano muere. Otras las presentan como constructoras de edificios como puentes o casas torre, e incluso iglesias, a pesar de ser entes profanos. Pero siempre hay algo que estropea esta relación, inicialmente positiva, como el hecho de que el señor del lugar donde se construye el edificio, ha de ser para los genios tras su muerte. En el fondo de todo ello, subyace la cristianización de este mito, que pretendía romper la relación positiva de nuestros ancestros con los númenes de la naturaleza.
Retornamos, para lo que ascendemos un empinado sendero que se eleva frente a la cueva, que en pocos metros lleva a la carretera. Seguimos por ella hasta alcanzar de nuevo el collado de Organbide. Caminamos por las praderas que, junto a la pista, nos llevan, de nuevo al punto de partida. Antes de concluir la ruta, podemos visitar los cromlechs que se ubican junto al aparcamiento.
FICHA PRÁCTICA
ACCESO: La carretera NA 2030, llega a Orbaitzeta desde Aribe. La carretera continúa hasta la fábrica de armas, tras la que una pista asfaltada, llega a Azpegi. Desde Esterenzubi, la carretera D-301, enlaza con la D-428, que llega a esta pista de Azpegi.
DISTANCIA: 12,5 kilómetros
DESNIVEL: 200 metros
DIFICULTAD: Media. Ruta larga