Aunque el santuario de Arantzazu se lleve todas las miradas, el barranco que se abre a sus pies bien merece ser recorrido con calma para desvelar los tesoros naturales que esconde su paisaje solitario. Son tierras del parque natural de Aizkorri-Aratz, una larga sierra que orientada de este a oeste conforma uno de los rincones más atractivos para montañeros y senderistas, ya que en su macizo alberga cumbres de las más señeras como el Aitzuri (1.550 m). Además de frontera geológica entre Araba y Gipuzkoa lo es hidrológicamente pues separa la vertiente cantábrica de la mediterránea.

Los pastos de altura que descansan entre las crestas calizas del parque aprovechan la humedad para crecer jugosos por lo que han sido destino inmemorial de pastoreo, como sucede en Urbia, donde hoy pastan las ovejas de raza latxa. Este sendero de corto recorrido nos obliga a dejar el atractivo de las cumbres a un lado, así como el del santuario, para conocer sus bosques autóctonos de haya y roble albar. Desde el aparcamiento del santuario, sobrepasamos la basílica y al llegar al cruce del conjunto de edificios a su alrededor, dejando el camino de la Goiko-Benta a la izquierda, seguimos hacia la derecha hacia el caserío Sindika. Después de este, dejamos un aparcamiento a la izquierda mientras la pista atraviesa un paso ganadero. 

No hay más que seguirla para, en apenas unos metros hallar otra área para dejar el vehículo, donde se separa hacia la izquierda la senda que asciende hasta Urbia traspasando una puerta metálica. Tomamos la senda que sigue hacia delante según el sentido traído y, después de atravesar una puerta ganadera, las grandes hayas nos acogen inmediatamente con sus grandes ramas creciendo en la vertical y sombreando el camino descendente. Son árboles trasmochos, ejemplares que sufrieron podas intensivas hasta mediados del pasado siglo, para el aprovechamiento de su madera.

Los viejos troncos y sus oquedades hablan de su longevidad lo que les ha convertido en un refugio de biodiversidad donde viven infinidad de pequeños animales y microorganismos. Algunos insectos, como el escarabajo ciervo volante que se alimenta de la madera muerta de los troncos caídos, son objetivo de conservación gracias a la estrategia de protección o directiva de hábitats de la Comisión Europea. Por eso, la diputación de Gipuzkoa sostiene el proyecto LIFE para mantenimiento y regeneración de estos viejos árboles tan importantes para la biodiversidad europea. A lo largo del sendero encontramos paneles interpretativos que describen las actuaciones que se están llevando a cabo para el mantenimiento de estos colosos del reino vegetal.

El sendero desciende a la majada de Bellotza hasta alcanzar el río, por lo que obviamos las diversas desviaciones que surgen al paso. La pista principal es el sendero que seguimos junto al río Arantzazu, que, en este tramo por su juventud, es considerado aún el arroyo Urkullu. Las grandes hayas tamizan una luz verdosa que ilumina el sotobosque mientras el río, unas veces junto al sendero y otras más alejado, pero siempre presente con su murmullo mientras atravesamos las campas de Iturrigorri.

Tras pasar un puente surge el antiguo campo de fútbol de los seminaristas donde hoy crecen olmos para recuperar el ciclo vital de una mariposa, la rabicorta w-blanca, un pequeño lepidóptero difícil de observar ya que sus alas son de un marrón oscuro que le camufla a la perfección con la corteza del olmo. Este árbol ha desaparecido mayoritariamente del paisaje ibérico, por culpa de la grafiosis, pero que es indispensable para su supervivencia. Los ejemplares hibernan como huevo en sus ramas y cuando surgen las flores del árbol los huevos eclosionan para así garantizar que las orugas tienen alimento, ya que se nutren con ellas.

Reconocemos la majada Arriona porque es una pequeña hondonada rodeadas de altas hayas que ofrece una bonita panorámica entre árboles esbeltos que parecen envolver al caminante. En su zona más cercana al río conserva aún su piedra cenizal, un pequeño mojón de piedra utilizado para definir un terreno o ligado a explotaciones comunales ya fuesen de pastos, árboles o carboneo.

Al llegar al siguiente cruce cuesta dejar el pasaje tan agradable oyendo el río para ascender por el sendero de la derecha que en corta distancia alcanza el collado del monte Arriona. Prosigue por la margen derecha del barranco mientras naja entre grandes hayas. Al cruzar el fondo son los alerces los que acompañarán un tramo en llano para alcanzar un nuevo barranco donde enlazamos con la pista hacia la antigua majada de Bellotza.

Los pastos ganaderos ganan espacio mientras los perfiles calcáreos destacan sobre la vegetación. Nuevas hayas trasmochas aparecen junto al arroyo antes de desembocar en pista donde el arroyo se encuentra con el Urkullu o río Arantzazu. Al cruzar el puente en Zubia, a la vista de la basílica, tomamos una senda a la derecha que asciende por la ladera hasta alcanzar un tramo final de escaleras que desembocan en la gran explanada del aparcamiento.

Ficha práctica

  • Punto de partida. Santuario de Arantzazu, en Oñati.


  • Distancia. 7,2 km.


  • Tiempo. 2 h 30 min.


No te puedes perder. El río Arantzazu se alimenta de la masa de agua subterránea de Aizkorri con varios puntos de descarga. Lo que hace que el río, unido a lo abrupto del terreno, a veces no reciba agua de los manantiales que lo alimentan. El río aparece y desaparece en varios puntos, lo habitual en territorio cárstico. Sin embargo, el agua no deja de correr bajo su cauce.

Ese subsuelo se comunica con la cueva Arrikrutz ubicada también en el macizo de Aizkorri, que, en épocas de fuerte precipitación, ve correr el agua por su interior. Además, sus restos paleontológicos, como el primer descubrimiento de un esqueleto completo de león de las cavernas y numerosos restos de osos, la convierten en un paraje subterráneo extraordinario. La visita guiada, de una hora de duración, permite observar una gran variedad de fenómenos de disolución de la roca caliza, ya que se recorre una de las galerías del más extenso complejo subterráneo cárstico de Gipuzkoa. 

De regreso, Oñati, capital del barroco vasco, invita a deambular por su casco urbano descubriendo su conjunto arquitectónico que esconde todo el conocimiento que acogiera la universidad de Sancti Spiritus, la primera de Euskal Herria, hasta el imponente conjunto artístico del monasterio de Bidaurreta. No podemos partir sin degustar el delicioso chocolate que también da fama a la localidad.


RUTAS POR EUSKAL HERRIA

GIPUZKOA Barranco de Arantzazu

Del libro Rutas a foces, gargantas y desfiladeros de Juan Carlos Muñoz y Mar Ramírez

Editorial: Sua Edizioak