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21-A de 2024, las elecciones que encumbraron a Pradales

La arriesgada apuesta en el cambio de cartel jeltzale resultó acertada. La victoria ajustada marcó el inicio de la renovación del PNV

21-A de 2024, las elecciones que encumbraron a PradalesE.P.

Las sonrisas volvieron a Sabin Etxea en una noche electoral. Después de haber tenido que contener el gesto en las comparecencias que siguieron a las forales y generales de mayo y julio de 2023, respectivamente, el 21 de abril de 2024 los rostros de os dirigentes jeltzales mostraban una indisimulada alegría entreverada de alivio.

Cerrado un recuento frenético en que un puñados de votos fueron situando alternativamente en cabeza a PNV y EH Bildu, la fotografía final mostraba que, pese al histórico empate con los soberanistas de izquierdas en escaños, la victoria en número de votos cayó del lado de la candidatura liderada por Imanol Pradales.

Así, el PNV sumó 370.554 sufragios en el conjunto de los tres territorios, frente a los 341.735 de Bildu. La diferencia quedó establecida en 28.819 papeletas y algo menos de tres puntos porcentuales.

El 35% de votos cosechado, además de determinar la primacía en los comicios al Parlamento Vasco, para el PNV suponía apuntalar su suelo y detener los sucesivos descensos de respaldo sufridos en las últimas citas electorales.

La emoción de Pradales

Esos números fueron la base para la euforia contenida y la profunda emoción de las primeras palabras de Imanol Pradales. Como reflejó la crónica de urgencia en este mismo diario, a las 22.00 horas, entre gritos de “¡Ari, ari, ari, Imanol, lehendakari”, el santurtziarra certificó el triunfo.

“¡Hemos ganado las elecciones!”, afirmó con rotundidad, antes de agradecer la victoria a la ciudadanía que, dijo, “ha vuelto a demostrar su pluralidad”. “¡Daré todo por Euskadi!”, se comprometió.

Antes de tomar el micrófono, Pradales se fundió en sendos calurosos abrazos con el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y con el lehendakari Iñigo Urkullu, que le cedería la makila dos meses después.

La imagen del abrazo entre ambos marca simbólicamente el anuncio del tranquilo cambio de ciclo, que no era la ruptura prevista y deseada por EH Bildu, sino la transición natural que, no sin incertidumbres e incluso incomprensiones internas, había diseñado el Euzkadi Buru Batzar. Después de tres legislaturas fructíferas en las que, sorteando tempestades sucesivas, Euskadi había alcanzado sus cotas más altas de bienestar, se entendió que había llegado el momento de un relevo que, además suponer un revulsivo en las urnas, debería abrir una nueva etapa que fuera más allá de un mandato.

Esa intención había quedado reflejada en unas palabras de Ortuzar para explicar los motivos de la apuesta de su partido. “Pradales no es tanto el candidato del PNV en 2024 como el candidato del PNV para 2028”, hiló fino el ya expresidente del EBB, dando a entender que la que podía parecer arriesgada operación tenía un primer objetivo inmediato -revalidar la lehendakaritza-, pero sus miras reales estaban puestas en el medio y largo plazo.

Objetivo cumplido 

El resultado del 21 de abril de 2024 supuso un espaldarazo para esa estrategia. Aun por los pelos y con la necesidad de revalidar la coalición de gobierno con un PSE que subiría el precio merced a la mejora de sus resultados, el PNV retenía Ajuria Enea y la condición de fuerza más votada.

Lo conseguía dejando en posición de privilegio a un nuevo líder con un relieve público adquirido en tiempo récord y después de haber promovido una renovación sin precedentes en su grupo parlamentario.

Ahí radicó otra parte de la apuesta por las luces largas. Sin prescindir de la experiencia de señalados referentes como Markel Olano, Xabier Barandiaran o Jon Aiartza, la bancada jeltzale en la cámara de Gasteiz experimentó un visible lifting, con la presencia de numerosos milenials, y la elección de la promesa ya consagrada Joseba Díez Antxustegi como portavoz.

Afianzado el mínimo campamento base, el PNV pudo encarar la siguiente etapa, que, en realidad, era la más determinante, pues se trataba de abordar nada menos que la renovación de sus estructuras territoriales y, como culminación del proceso, de la Ejecutiva nacional.

El tortuoso camino, que se prolongó durante seis meses de exposición inmisericorde a los focos, se cerró el pasado 30 de marzo con la elección de Aitor Esteban como presidente del EBB en sustitución de un Andoni Ortuzar que, siguiendo los principios que él mismo había defendido, optó por facilitar el relevo.

En paralelo al mediático proceso interno, la proyección pública de Imanol Pradales no ha dejado de crecer en consonancia a sus dotes de liderazgo.

Mayoría abertzale sin discusión en un mapa, pese a todo, más plural

El Parlamento Vasco tras las elecciones del 21 de abril de 2024

Los números arrojados por el 21-A de 2024 dan para infinidad de lecturas. La más obvia señala que las dos fuerzas abertzales empatadas en escaños suman 54 representantes. Por tanto, la mayoría soberanista, con más de dos tercios de la cámara en su haber, es inapelable.

Con todo, no es un elemento de menor importancia el crecimiento del PSE-EE. Aunque fuera favorecido por circunstancias más episódicas que de fondo, el incremento reforzó el papel de los socialistas como árbitros de la gobernabilidad.

Conforme a lo previsto, los liderados por Eneko Andueza optaron por formar Ejecutivo con los jeltzales, no sin imponer condiciones que rozaron el ventajismo, como aumentar su presencia en el gabinete por encima de la proporcionalidad o asumir las políticas de Memoria.

Se aplicó el principio de la realidad aritmética. El PSE tiene el número preciso de representantes como para determinar una mayoría absoluta en un gobierno liderado por los jeltzales o en otro encabezado por EH Bildu. Aunque la tesis vigente siga siendo la que asegura que no se dan las circunstancias objetivas para el cambio de alianza, cualquier analista mínimamente informado sabe que es solo cuestión de tiempo.

La otra consecuencia reseñable de los números del 21-A fue la práctica desaparición de la izquierda confederal. Los errores de sus dirigentes devolvieron a Bildu buena parte de su electorado y resignaron a la abstención al resto. Resultado: un triste escaño para Sumar y desaparición de Podemos.

EH Bildu empata por primera vez en escaños pero pierde en votos

Arnaldo Otegi y Pello Otxandiano celebran los resultados de EH Bildu

Los buenos resultados cosechados en todos los comicios anteriores alimentaron la posibilidad de que el 21 de abril de 2024 se certificara la primera victoria de EH Bildu en unas elecciones al Parlamento Vasco. 

Aunque la mayoría de las encuestas avanzaban un empate técnico, no faltaron las que pronosticaban la primacía de la coalición soberanista.

Sin embargo, el agónico recuento, con sucesivos bailes en las asignaciones de escaños, terminó decantándose a favor de los jeltzales en el número total de votos, si bien con un empate histórico en cuanto a los representantes en la cámara de Gasteiz: 27, lo que abrió una situación inédita.

Con todo, el líder histórico de Bildu, Arnaldo Otegi, y el candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, celebraron los registros como el gran éxito que fue.

Un PSE al alza con vocación de hacer valer su gran respaldo

El 21-A de 2024 supuso para el PSE la confirmación de que no solo había terminado su travesía del desierto iniciada en 2012, sino de su afianzamiento como llave para la gobernabilidad de Euskadi.

Los socialistas maximizaron hasta lo impensable su crecimiento respecto a los comicios de 2020. Con apenas un incremento de seis décimas, obtuvieron 12 escaños, es decir, dos más que en la anterior convocatoria.

La escalada, combinada con el empate a escaños entre PNV y EH Bildu, convertía en oro molido sus resultados. Como quedó patente en la configuración del gobierno de coalición de Imanol Pradales, los números del PSE se tradujeron en un salto exponencial en su representación: cinco departamentos sobre 15. “Nuestro votos servirán para dejarnos de mitos y aventuras”, sentenció Andueza en la celebración.

Mejora limitada del PP, que no le libra de la irrelevancia absoluta

PP 21 de abril

Aunque las imágenes de la noche electoral en el cuartel general del PP pudieron dar la sensación de que los liderados por Javier de Andrés habían obtenido unos resultados estratosféricos, la realidad atestiguada en los primeros compases de la legislatura revela que los siete parlamentarios cosechados no tienen la menor trascendencia.

“Ha comenzado la recuperación y el reposicionamiento del PP en el País Vasco”, se felicitaba de Andrés ante la superación en un escaño de los guarismo firmados en 2020, cuando concurrieron junto a la ya extinta Ciudadanos.

Como justificación de una alegría que no tiene traslación práctica en influencia política en el día a día de la política vasca, el líder del PP local se aferraba al siguiente clavo ardiente argumental: “Somos la formación constitucionalista que más ha crecido”.