El lehendakari presentó el jueves un decálogo para una actividad ejemplar basado en principios generales, casi universales, con la idea de que los partidos estuvieran cómodos. Imanol Pradales quiere que se sumen a este pacto ético, que está abierto a las aportaciones del resto y que apuesta por una política sin ataques personales, sin bulos y sin utilizar a la sociedad civil de manera partidista. Otra cuestión muy diferente es lo que puedan evocar a cada partido los distintos puntos del documento y que alguien pueda ver alusiones implícitas. Pero el lehendakari evitó las alusiones directas y presentó compromisos y deberes que, a falta de dirigirlos a nadie en particular, interpelan a todos en general, también a su Gobierno.

No quiso siquiera presentar esta propuesta como una reacción a la política de enfrentamiento y tensión que se practica en las principales instituciones del Estado español, y aclaró que mira más allá, también a Europa y el mundo en general. Por tanto, evitó decir que la inspiración le haya venido de los choques entre el PP y el PSOE en el Congreso y el Senado o del marcaje que practica la derecha española hacia Pedro Sánchez cuestionado a su entorno familiar, una declaración que supondría señalar al PP y complicaría que se sumara al acuerdo. Del mismo modo, cuando se le preguntó a qué se refería con respetar a la sociedad civil, tampoco lo tradujo en la crítica que le ha formulado en varias ocasiones el PNV a la izquierda abertzale por la organización de protestas contra la instalación de parques eólicos en emplazamientos concretos, o contra otras infraestructuras. 

Pero la cautela que ha demostrado en estos primeros compases no ha evitado que se produzca ya un primer descuelgue, el del PP, y que se confirme el rechazo de Vox, con quien ni siquiera contaba el lehendakari. El presidente del PP de la CAV, Javier de Andrés, no ocultó el viernes su desconfianza hacia este planteamiento y sus intenciones. Y terminó descartándose de las negociaciones con el argumento de que no se alude a la convivencia tras ETA, un razonamiento que ya había apuntado antes de las vacaciones y antes de conocer la literalidad del documento. Sin embargo, este argumento pasa por alto que el texto sí apuesta por “reconocer al diferente” y respetar todas las ideas siempre que esos planteamientos respeten los derechos humanos, y “reconocer y proteger a los representantes políticos”.

Es cierto que el documento no pretende alumbrar una declaración de condena de ETA y otras violencias, un asunto que el lehendakari ya dijo que es anterior y superior a todo este debate y que no convenía mezclar con el acuerdo para una política ejemplar. Este documento no es el ámbito para reabrir el melón del suelo ético de la Ponencia de Paz, pero en el texto sí se recoge el respeto al diferente. Si no se tolera un insulto, una intromisión en la vida privada o un bulo, parece evidente que tampoco se permitirá una agresión a un político del PP o de cualquier otro partido. De Andrés deslizó que a lo mejor el PNV no sufre estos problemas, pero se da la circunstancia de que, paradójicamente, el consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, ha sido recibido en el cargo con dos pintadas intimidantes, y una concejala jeltzale de Ugao-Miraballes ha denunciado recientemente insultos y ataques a su vivienda. Pradales ha condenado expresamente ambas agresiones. 

El PP, ¿aludido por su estrategia en el Congreso?

¿El problema radica en que el PP se ha sentido aludido por la estrategia que sigue en el Congreso? De Andrés comenzó su intervención ante la prensa asegurando “nunca” se han desviado de los comportamientos éticos: “Por tanto, no nos sentimos afectados”. Pero, a renglón seguido, matizó: “Sin embargo, este acuerdo me despierta una enorme desconfianza en sus propósitos”. Se refería, precisamente, al punto de acuerdo que asegura que los comportamientos destructivos son “demasiado habituales en otros lugares”, y que en Euskadi hay otra forma de hacer política. De Andrés interpretó que el lehendakari sitúa los comportamientos indeseables únicamente en el Congreso, y que en Euskadi “hay una situación privilegiada”. 

Dejó ver su incomodidad asegurando que “esa política que parece que no le gusta a Pradales” en el Congreso también la practicarían diputados del PNV. “Aitor Esteban no está dando muestras de un excesivo respeto al adversario”, dijo, removiendo otra vez el enfrentamiento con Miguel Tellado y la negativa de los jeltzales a participar en su estrategia de marcaje al Gobierno español por Venezuela. Es otro factor de contexto que parece haber afectado a la posición del PP.

De Andrés puso el foco en un debate donde el PP está más cómodo. A su juicio, asegurar que en Euskadi hay un mayor respeto al diferente evidencia la “ceguera” del documento, porque en la comunidad autónoma vasca “se ha profanado con heces humanas la tumba de un político asesinado y no ha habido acuerdo para condenarlo en el Parlamento Vasco”, y se han cometido agresiones a jóvenes del PP. Por ello, cree que el documento oculta “los principales problemas de convivencia” en Euskadi y no participará en los contactos si no hay una rectificación.

Desde Vox, se emitió un comunicado para negar que el lehendakari tenga legitimidad alguna para plantear un debate ético y de respeto al diferente mientras siga el cordón sanitario a su formación. Pradales excluyó a la ultraderecha de su ronda de contactos porque no comparten unas mínimas bases para la discusión.

La izquierda

EH Bildu ha dejado pasar esta semana sin hacer valoraciones, aunque en junio exhibió cierto desconcierto a la espera de que se concretara la finalidad del pacto. Algunos ámbitos desconfían de las intenciones del acuerdo si al mismo tiempo se defiende que en Euskadi ya hay otra forma de hacer política. También han recibido como un intento de limitar su oposición las críticas de los jeltzales a su batería de medidas parlamentarias sobre Osakidetza. Por otro lado, Sumar dijo que también es ética evitar “el clientelismo y la corrupción”.