n partido ecologista y liberal surgido hace un año y liderado por Robert Golov, antiguo directivo empresarial de 55 años y experto en energía, desbancó del poder la pasada semana en Eslovenia al populista de derechas Janez Jansa. Resulta una brizna de esperanza ante un proyecto europeo amenazado por la ola ultraderechista, de la que apenas escapan países como Irlanda, Luxemburgo y Malta. Portugal, que había esquivado la presencia de este espectro político, vio en enero cómo el porcentaje de la extrema derecha, encarnada por la formación Chega, se quintuplicó hasta alcanzar el 7,4% de los votos. Los históricos resultados de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, con un 42% de respaldo, pese a revalidar el cargo Emmanuel Macron, contribuyen a germinar la semilla del odio pese a la imagen edulcorada de la líder que acaricia a sus gatos.
Inmerso el continente en un cruento conflicto bélico por la invasión rusa a Ucrania, una de las muletas de Vladimir Putin, el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, triunfó hace un mes con mayoría absoluta y por cuarta vez consecutiva, pese a la unión de casi toda la oposición, y mejorando resultados (135 de 199 escaños). La bandera de este tsunami ultraconservador. Polonia le sigue en cuanto a concentración de apoyo ultra (50,4%), principalmente por el liderazgo de Mateusz Morawiecki (Ley y Justicia). En Reino Unido, el sistema electoral de mayoría simple favorece el dominio de los grandes partidos, y en 2019, la marca del Brexit de Nigel Farage, no obtuvo ningún escaño tras su victoria simbólica en las Europeas de ese año a meses de que sus eurodiputados quedaran en fuera de juego por su proceso de salida de la UE. En Irlanda, el Partido Nacional creado en 2016 y probadas sus relaciones con grupos neonazis, solo rascó el 1,3% en 2020. Su líder, Justin Barrett, ha sido visto en eventos abiertamente neofascistas. El Partido de la Libertad Irlandesa, con discurso semejante, menos identitario, muy euroescéptico pero más liberal, se quedó en el 0,3%. Ahora bien, hay candidatos de parecido corte que concurren como independientes, entre ellos la periodista Gemma O’Doherty, negacionista del cambio climático y adalid de las teorías conspirativas; el empresario Peter Casey; Verona Murphy, que relaciona a los inmigrantes con las personas pertenecientes al Estado Islámico; y el empresario Noel Grealish, también con un alegato xenófobo. Los dos últimos sacaron escaño.
En el caso de Grecia el auge y posterior caída de la extrema derecha ha influido directamente en los guarismos de los conservadores de Nueva Democracia. Amanecer Dorado dio el salto en 2012, en plena crisis financiera, con el 7% de votos y 21 diputados. Pero se desinfló en 2019, con el 2,9%, cerrando sus sedes en Atenas y Pireo ante la imposibilidad de pagar el alquiler, así como su página web. Ni en Luxemburgo ni en Malta (pese al Imperio Europa del excéntrico Norman Lowell, fan de Hitler) hay representación parlamentaria ultra; mientras que en Croacia emergió efímeramente el Partido Nacional de los Derechos. Entre sus símbolos destacan las camisas negras y el saludo fascista. El Movimiento Patriótico de Miroslav ?koro, de ideología ultra, arañó el 10,8% y 16 asientos.
Más arraigada se halla esta tendencia en Austria: el Partido de la Libertad, segundo en 2017 (25,6%), formó gobierno con el partido conservador para colocar en la cancillería a Sebastian Kurz, del PP austriaco. El experimento decayó cuando el líder del FPÖ y vicecanciller, Heinz-Christian Strache, dimitió al ser descubierto ofreciendo contratos públicos a cambio de donaciones para su partido, en un vídeo grabado en Ibiza. La ultraderecha había conseguido un total de seis ministros pero en 2019 bajó hasta el 16,2% y ya no entró en el Ejecutivo. Qué decir de Italia y La Liga de Matteo Salvini, instalado en el 17% y habiendo configurado gobierno con el Movimiento 5 Estrellas antes de sumarse al gabinete de Draghi. En suelo germano, Alternativa por Alemania firmó una tendencia a la baja en 2021 con el 10,3% y aislados hasta por los propios conservadores por la losa del pasado. En Países Bajos, el Partido por la Libertad de Geert Wilders, que es oposición, descendió en 2021 a la tercera plaza (10,8%) con 17 escaños.
En feudo nórdico, en Dinamarca, la extrema derecha (PP, Nueva Derecha y La Línea Dura) tiene poder desde hace dos décadas y ha pedido políticas más estrictas de inmigración a cambio de apoyar coaliciones minoritarias. Demócratas de Suecia firmaron en los últimos comicios el 17,6%, y el Partido de los Finlandeses logra desde hace una década entre el 17 y el 20% de papeletas. Por otro lado, el partido más a la derecha de República Checa se llama Libertad y Democracia (10,6%); y en Eslovaquia lo es el PP-Nuestra Eslovaquia (7,9%), liderado por Marian Kotleba, con un discurso abiertamente cercano al fascismo.