ace ya tiempo que el Partido Popular, instalado en una cómoda oposición al Gobierno de Pedro Sánchez, se dirige a una guerra fratricida que amenaza con hacer saltar por los aires su posición. Espoleado en su camino hacia la Moncloa por los buenos vientos de las encuestas, Génova sin embargo vive un pulso cada vez menos soterrado entre su dirección estatal, encabezada por Pablo Casado, y su filial en la Comunidad de Madrid, con una emergente presidenta Isabel Díaz Ayuso. Los dos referentes de la derecha española en liza. El pulso interno para hacerse con el control del partido en Madrid amenaza con tensarse aún más, pese a que parecen haberse calmado las aguas. Nadie cede en sus planteamientos, lo que conlleva a un previsible choque de trenes de imprevisibles consecuencias.
Suenan tambores de guerra en el PP, y cada vez son más audibles sus ecos. Entre acusaciones mutuas de “ataques” y “filtraciones”, el quid de la cuestión es si Díaz Ayuso se hará con la dirección del PP madrileño en el congreso regional que debería de celebrarse en primavera de 2022, cuando toca, o lo lidera antes, como esta prefiere. Ayuso lleva meses reclamando un adelanto, sabedora de que los excelentes resultados de las elecciones del pasado mayo en la Comunidad la aúpan en volandas. Y mientras tanto, Casado y Teodoro García Egea, secretario general popular y personaje clave en toda esta historia, lanzan la posibilidad de que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ponga cara a la oposición interna a Ayuso, aunque este último se muestre reticente. La presidenta madrileña quiere volcarse de lleno en las elecciones de 2023 -ese año también habrá paso por las urnas pero en toda España- y, de paso, hacerse con todo el poder madrileño, tanto orgánico como el político. Y esto choca con los intereses del PP a nivel estatal.
El culebrón del PP ha vivido diferentes episodios durante los últimos meses. Como si fueran dientes de sierra, Casado y Ayuso han mostrado sus diferencias para después firmar un armisticio. Y como si fueran personajes de paja, los barones territoriales populares asisten sobresaltados a un espectáculo, al “ruido mediático”, que está jugando en contra de la formación de derechas cuando Génova perfila su plan para asaltar la Moncloa y dar fin a la etapa de PSOE y Unidas Podemos en el Gobierno. Y, de hecho, ya han sido varios dirigentes territoriales -el líder gallego Alberto Núñez Feijóo o el andaluz Juanma Moreno- quienes han mostrado su hastío. Su preocupación va in crescendo, pese a que Ayuso y Casado escenificaran la paz en la Convención Nacional del 2 de octubre en Valencia. La presidenta madrileña confirmó que su “meta política” es Madrid, y nada más que Madrid, sin tratar de asaltar el PP a nivel estatal.
Sea como fuere, las espadas siguen en todo lo alto y el PP y ya sabe que habrá una profunda y prolongada batalla interna. La dirección nacional del PP no entiende “las prisas” de Ayuso, aseguran fuentes consultadas por Europa Press, ni tampoco que la presidenta madrileña no acate las decisiones de Casado, como cuando la Junta Directiva Nacional estableció que los congresos uniprovinciales de autonomías, como la de Madrid, arranquen en enero del año próximo. En la Puerta del Sol, sede del Gobierno regional, por su parte, aseguran no entender por qué la dirección estatal lanza a Almeida.
Convertida en guerra de guerrillas con todos los peones en juego, la pugna entre el PP madrileño y el PP estatal se ha sumido en un goteo de filtraciones interesadas. Así, y si recientemente algunos rotativos daban cuenta de que Ayuso había bloqueado a Egea en un grupo de WhatsApp. O que la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre se inclinara a posiciones de Ayuso llamando “chiquilicuatres” a dirigentes afines a apoyar a Almeida. El último episodio es un fuerte enfrentamiento entre Egea y el jefe de gabinete de la presidenta madrileña, Miguel Ángel Rodríguez, desvelado ayer por El País. Lo que está claro es que cada ve es más plausible que las disputas internas aboquen a una primarias.