- "Cada elección es un plebiscito, nos contamos y nos cuentan nuestros resultados, y queremos superar el 50%, aunque la mayoría absoluta es con escaños". Laura Borràs sintetizó ayer lo que hay en juego mañana en Catalunya. Un referéndum a varias bandas que puede acabar con vetos cruzados y la repetición electoral. Tras un final de campaña abrupto, revestido de bronca y salpicado por la negativa de Salvador Illa a someterse a pruebas de PCR antes de los debates televisivos entre los candidatos, además del compromiso de todo el arco independentista de rechazar los pactos con el PSC; la dificultad para coser un nuevo acuerdo en el mundo soberanista o de configurar un tripartito de izquierdas puede enquistar el conflicto larvado durante la última década y que tiene aún a dirigentes en la cárcel o en el exilio.
A expensas de averiguar qué partidos se verán más afectados por una abstención que se prevé histórica, en el contexto de la pandemia y obligados a acudir a las urnas por decisión judicial, todo apunta a que la llave del gobierno estará en manos de ERC. Si vuelve a darse un baño de realidad y Junts le supera, porque Pere Aragonès tendría que resolver cómo cerrar filas otra vez con un socio con el que ha mantenido serias diferencias desde el arranque de legislatura hasta la inhabilitación de Quim Torra. Si sale triunfal Laura Borràs, detrás estaría la sombra de Carles Puigdemont, que busca golpear en la mandíbula por tercera vez a los republicanos (tras el 21-D y las europeas) y, en concreto, a Oriol Junqueras.
Si Esquerra, al fin, deja de ganar solo en las encuestas y de ser un subalterno, los posconvergentes tendrían que buscar un acomodo en el Govern complejo, donde está por ver si los comunes tendrían un resquicio, y que dependería además del comportamiento de la CUP, siempre y cuando entre los tres sumen otra mayoría secesionista. Los anticapitalistas no olvidan que fue un error bloquear la investidura de Jordi Turull el día antes de que el juez Llarena lo enviara a prisión y no quieren aparecer como un agente de bloqueo, pero si la investidura quedase en sus manos no sería fácil sacarla adelante.
Una vez que ERC ha firmado por escrito no apoyarse en el socialista Illa para gobernar, ni avalarle, ni siquiera a través de una abstención, la reedición de un Ejecutivo de izquierdas a tres bandas se torna también harto costoso. Pedro Sánchez pidió ayer "romper el cordón sanitario" del independentismo, que tachó como "el pacto del miedo". Y Jèssica Albiach, de los comunes, alertó de la "tozudez" de Esquerra y PSC. El exministro de la pandemia encara su propio plebiscito y, por extensión, el líder del PSOE, que lo propulsó hacia el Palau presentándolo como el encargado de capitular el procés y poner un punto de inflexión en la política catalana.
El PSC requeriría de aliados de dudosa compañía si no fructifica el tripartito. Si ya Ciudadanos lo tuvo imposible con su victoria de 2017, no mucho mejor lo tendrían los socialistas para tejer una alternativa constitucionalista que necesitaría de una reprochable abstención de Vox. En este contexto, lo mismo que Illa censura el consenso en su contra como "la foto de Colón del independentismo", nadie entiende cómo ha regalado un as a sus oponentes al negarse a hacerse la PCR y levantar la sospecha de que haya podido vacunarse del coronavirus, algo que Sanidad niega. "Ya que no quiere hacérsela, póngase la mascarilla o salga del plató", le espetó Borràs en el primer minuto del último debate. Aún retumba el zasca.
Por todo ello, todo apunta a que la dinámica de bloques que rige la política catalana, desde que todos los partidos firmaron el Pacto del Tinell contra el PP, seguirá vigente. El "inicio de una nueva etapa de reencuentro" prometido por Sánchez parece una quimera con una correlación de nueve partidos mal avenidos -incluido un PDeCAT que ha buscado ante Junts la confrontación que quiere desterrar del tablero como estrategia política- que empujaría a una nueva convocatoria electoral. Y más si la diferencia por arriba termina siendo tan estrecha como se predice entre JxCat, ERC y PSC, ya que podrían afanarse en echarse las culpas unos a otros de los reparos a configurar un gobierno para sacar tajada en la repetición. Sin ir más lejos, Illa podría vender luego la estabilidad que permitió a Sánchez despeñar a Ciudadanos en las últimas generales. La artimética puede dibujar un escenario endemoniado. Se adivinan meses de trinchera. De un sudoku casi irresoluble.
Falsa PCR positiva de Illa. El PSC ha denunciado al tuitero Alvise Pérez ante la Fiscalía Superior de Catalunya por haber publicado en las redes "la imagen de una falsa PCR positiva" de su candidato, Salvador Illa. Publicó este documento durante el debate electoral en La Sexta, en lo que ve "una clara intencionalidad" de que los candidatos pudieran usarlo en directo.