stas son algunas de las estrofas de la canción Al Alba de Luis Eduardo Aute, una canción que pasó la censura franquista camuflada como una pieza de amor, pero que en realidad era una canción de amor a la libertad. Aute la compuso en recuerdo a los cinco últimos fusilados por el régimen franquista: Jon Paredes Manot Txiki, Ángel Otaegi, Xose Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz.
Ángel Otaegi fue juzgado en un Consejo de Guerra celebrado en el Regimiento de Artillería de Campaña 63 de Burgos. Junto a él se sentó en el banquillo José Antonio Garmendia Artola. Se les acusó a ambos de la muerte del guardia civil Gregorio Posadas Zurrón, en Azpeitia. Los dos fueron condenados a muerte, Garmendia por ser autor material del atentado y Otaegi por cooperación necesaria. A Garmendia, que resultó gravemente herido durante su detención, se le conmutó la pena.
En Barcelona tuvo lugar el Consejo de Guerra contra Jon Paredes Manot, Txiki, por un atraco en la sucursal del Banco de Santander en Barcelona, atraco en el que, a causa de un tiroteo, murió el cabo primero de la Policía Ovidio Díaz López. Txiki fue condenado a muerte.
En las dependencias militares de El Goloso, cerca de Madrid, se celebró el Consejo de Guerra sumarísimo contra militantes del FRAP por el atentado contra el policía Lucio Rodríguez en Madrid. Hubo tres condenas a muerte para Manuel Blanco Chivite, Vladimiro Fernández y Xose Humberto Baena. A los dos primeros se les conmutó la pena.
En las mismas dependencias de El Goloso tuvo lugar el Consejo de Guerra contra otros militantes del FRAP por el atentado contra el teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez. Cinco procesados fueron condenados a muerte, aunque a tres de ellos se les conmutaría la pena de muerte por reclusión: Concepción Tristán y María Jesús Dasca (por estar ambas embarazadas) y Manuel Cañaveras de Gracia. Los otros dos, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo fueron ejecutados.
Así, en los cuatro Consejos de Guerra celebrados entre el 28 de agosto y 19 de septiembre de 1975 se dictaron once condenas a muerte. El Consejo de Ministros del viernes 26 de septiembre de 1975 indultó a seis de los condenados a muerte, conmutando sus penas por la de reclusión y dio el “enterado” para los otros cinco condenados a muerte. El “enterado” era la denegación del indulto y, por tanto, suponía la ejecución de la pena de muerte. Según el reglamento militar, dichas penas de muerte se debían ejecutar por fusilamiento en un plazo de doce horas, al día siguiente, el sábado 27 de septiembre.
“Presiento que tras la noche, vendrá la noche más larga” cantaba Aute. Y, efectivamente, fue la noche más larga.
El periodista Carlos Fonseca, un experto en temas de violencia política, lo describió de una manera concisa en un artículo publicado en 2015, al cumplirse 40 años de los fusilamientos.
Jon Paredes Manot, Txiki por su baja estatura -medía 1,52- y que apenas tenía 21 años, pasó la noche en compañía de su hermano Mikel y de sus abogados Marc Palmes y Magda Oranich. Según relató su hermano, Jon pasó la noche hablando, “e incluso contó algún chiste”. La ejecución fue cerca del cementerio de Sandanyola. “Lo ataron a una especie de trípode metálico. Me sitúe detrás del pelotón, levante la mano y le hice una seña. Cuando se dio cuenta de que estaba allí echó una sonrisa. Gritó Gora Euskadi Askatuta y comenzó a cantar el Eusko Gudariak. Sonó una descarga y después continuaron disparando tiro a tiro hasta que le dieron el de gracia”.
Por su parte, el aizpeitiarra Ángel Otaegi pasó sus últimas horas junto a su madre en la cárcel de Burgos. Otaegi tenía 33 años. El pelotón de fusilamiento estaba compuesto por ocho policías -todos ellos voluntarios- . La ejecución se produjo a las 8.35 de la mañana, según constaba en el acta, y tuvo lugar en el mismo patio de la prisión, sin que pudiera estar presente ningún miembro de su familia, a los que no se permitió el acceso a la prisión.
El padre de Xose Humberto Baena llegó a tiempo desde Vigo para pasar una última media hora con su hijo. “Mañana pediré que no me tapen los ojos para ver a la muerte de frente. Lo siento por vosotros que sé que me queréis mucho, como yo os quiero, no por mí”, le dijo Xose a su padre.
José Luis Sánchez-Bravo pasó la noche con su madre, sus hermanos y su mujer que estaba embarazada de tres meses. También en prisión, fue trasladada desde la cárcel de Yeserías. En una celda próxima, Ramón García pasó en soledad las últimas horas puesto que su hermano estaba hospitalizado en Zaragoza y no pudo trasladarse a Madrid.
Xose Humberto, Jose Luis y Ramón fueron fusilados en Hoyo de Manzanares. Según relató Victoria Sánchez-Bravo, hermana de José Luis, que junto a otros familiares estaban en un sitio donde no tenían visibilidad, pero desde donde se escuchaban perfectamente las detonaciones: “Escuché los primeros disparos, pero no sabía si al que acaban de fusilar era mi hermano u otro. Después se oyeron los segundos, y los terceros. Se hizo un silencio muy grande y vimos bajar riéndose a los miembros de los pelotones de fusilamiento, como si vinieran de celebra algo”. Hay que insistir en que todos los pelotones de fusilamiento estuvieron conformados por voluntarios de la Policía y la Guardia Civil.
A las ejecuciones asistieron como testigos el capellán de la cárcel de Carabanchel, el párroco de Hoyo de Manzanares y un médico militar. “Fue todo muy rápido. Murieron de una forma absolutamente íntegra, sin decir una palabra”, desveló el párroco de Hoyo de Manzanares.
El juez, coronel Agustín Puebla, y el secretario, capitán José Pérez de Bethencourt, extendieron de modo funcionarial sendas diligencias acreditando las ejecuciones.
La reacción a las ejecuciones no se hizo esperar. Euskadi, y por extensión muchas ciudades de Estado, se echaron a la calle convocándose manifestaciones para la tarde de ese mismo sábado 27 de septiembre, protestas que fueron duramente reprimidas por la Policía y la Guardia Civil.
La reacción internacional fue también inmediata. Se retiró la mayor parte de los embajadores europeos, se pidió la expulsión de España de la ONU y hasta el papa Pablo VI mostró su condena por los fusilamientos. El fantasma del aislamiento internacional volvía a reaparecer.
El Régimen reaccionó intentando mostrar músculo y el 1 de octubre convocó a miles de personas en la Plaza de Oriente. Allí Franco volvió a hablar de conspiración comunista y judeo-masónica. Fue su último discurso público. Franco moría el 20 de noviembre, apenas dos meses después de los fusilamientos. El Régimen moría matando.
Ahora, 45 años después, el proyecto de Ley de Memoria Democrática avala la declaración de nulidad de los Consejos de Guerra del franquismo. Sin duda alguna, una de las deudas pendientes es reconocer las irregularidades de los juicios que mandaron al paredón a cinco jóvenes.
Policías y guardia civiles voluntarios ejecutaron a Jon Paredes ‘Txiki’, Ángel Otaegi, Xose Humberto Baena, Jose Luis Sánchez y Ramón García
En cuatro Consejos de Guerra entre el 28 de agosto y el 19 de septiembre se dictaron once penas de muerte de las que se conmutaron seis