l debate abierto en la sociedad vasca con ocasión de la huelga en nuestros centros escolares este pasado martes día 15 ha permitido comprobar la importancia y prioridad que debe concederse al presente y futuro de nuestro sistema educativo público vasco. Examinar y evaluar las consignas en las que se basan las reivindicaciones nos debe hacer reflexionar acerca de si ésta es la vía para alcanzar la mejora de la calidad educativa de nuestro sistema.
La convocatoria de huelga en el sector de la educación materializada permite, en efecto, abrir un debate y una reflexión acerca de la colisión de derechos que se produce: desde el pleno respeto al ejercicio del derecho a la huelga, cabe preguntarse si de verdad alguien puede creer que convocar ahora tal movilización es la solución, si optar por la reivindicación y por la protesta a modo de consigna es realmente un paso constructivo o de ruptura del único camino posible para el acuerdo, que es el dialogo. ¿Qué ha aportado tal convocatoria al alumnado, a las familias o al propio sistema educativo?
Los motivos para mantener tal jornada de huelga, pese a la predisposición al diálogo sincero mostrada por el consejero de Educación resultan poco consistentes: se realiza en demanda de la negociación de medidas de prevención y de contrataciones que garanticen un regreso a las aulas “seguro y consensuado”. Nadie puede estar en contra de ese planteamiento, nadie. La clave radica en saber si la huelga es la vía para lograr ese objetivo. ¿No hay otras vías que permitan consensuar tal objetivo? ¿Se ha consultado a la comunidad educativa acerca de los motivos y del momento para materializar tal huelga, con las distorsiones que ha provocado en las familias?
Vivimos en una sociedad que parece necesitar siempre un chivo expiatorio al que culpar de los retos incumplidos o de los objetivos no alcanzados. Siempre resulta más fácil buscar un presunto culpable o responsable que analizar hasta qué punto cada uno de nosotros, como ciudadanos, contribuimos a resolver el problema o a agudizarlo. También en la sociedad vasca experimentamos esta simplificación de la búsqueda de solución a problemas muchas veces complejos y cuya existencia responde a múltiples factores.
Un ámbito clave, estratégico, más relevante que ningún otro para toda sociedad y también para nosotros es el de nuestro sistema educativo. ¿Todos los problemas que aquejan a nuestro sistema educativo están vinculados a las decisiones del Departamento de Educación? ¿Puede diagnosticarse el problema y determinar su solución solo con las respetables pero también relativizables reivindicaciones de los sindicatos? ¿Dónde está la comunidad educativa, que ha de ser la verdadera protagonista de todo ese proceso?
Para tejer consensos hay que trabajar la confianza recíproca, el verdadero motor de avance social; y tener empatía. Mi pregunta es qué empatía muestran los representantes sindicales hacia Jokin Bildarratz, el nuevo consejero de educación que en sus primeras horas de ejercicio del cargo asumió ya el compromiso (y lo cumplió) de reunirse con todos los agentes educativos.
Y los sindicatos responden que ha habido “pocas precisiones” y “nula previsión” de recursos en las reuniones mantenidas y que “parece que las reuniones han respondido más a un intento fallido de paralizar las movilizaciones, que a la intención de iniciar un proceso real y efectivo de negociación para poner en marcha una planificación y dotación de recursos como la que requiere la actual situación”.
¿Esa es la predisposición a un dialogo constructivo desde la dimensión sindical? Solo una reflexión serena, plural y dinámica permitirá superar el bucle de negatividad y conflictividad en que está inmerso nuestro sistema formativo.
¿Qué es necesario, además de un amplio consenso, para que nuestro sistema garante del servicio público educativo afronte con éxito los retos que llaman a su puerta? En el debate social parece estar más presente la cuestión de su financiación que la de su funcionamiento y resultados, y esta segunda parte deviene clave para su prestigio. Ojalá el dialogo sincero logre reconducir la situación del sector educativo. Todos nos jugamos mucho en ello, mucho más que la dimensión política.