l covid está condicionando nuestras vidas de una manera no imaginada antes, pero algunos intereses no cambian nunca. Ahora le toca al virus ser aliado de otras intenciones que casi nada tienen que ver con la enfermedad o con la necesaria seguridad para combatirla.
ELA y LAB ya amenazaron a principios de este año con una primavera caliente, tras el fracaso del paro general convocado en Hegoalde para el 30 de enero. El caso es que se paró aquel intento de desestabilización ya que nos tuvimos que encerrar en casa.
En aquel momento, el lío ya pareció dirigido contra el lehendakari Urkullu, ya que el 2020 era año de elecciones (convocadas finalmente para el 5 de abril, aunque la pandemia nos obligó a esperar al 12 de julio). Ahora, sin pasar ni quince días desde su juramento en Gernika y la constitución del gobierno, se confirma aquello con otra huelga anunciada.
El derecho a la huelga no se ha cuestionado; sin embargo, si el por qué, cuándo y sus consecuencias. Y da que pensar que haya gente interesada en utilizar la táctica del miedo y la inseguridad, convirtiéndola en otro elemento desestabilizador justo ahora que estamos en un momento tan convulso, con miles de personas afectadas por la enfermedad y con unas consecuencias graves a corto y medio plazo en pérdidas humanas, sociales y económicas.
El sistema educativo vasco ha ido construyéndose tras la dictadura, ha sido capaz de recoger la enorme experiencia histórica de las ikastolas que, con grandes dificultades y represión, posibilitó la enseñanza en nuestra lengua, ha ido adaptándose a los tiempos y cambios educativos y legales etcétera. Por eso, utilizarlo ahora como mero instrumento para otros objetivos no me parece serio.
Apelar a la seguridad en las escuelas como si de un mantra se tratara no deja de tener su gracia, ya que el mismo problema tenemos en otros sectores. Las industrias, la sanidad, las tiendas, las actividades culturales, la marina mercante, la pesca, el transporte por carretera, las organizaciones que trabajan con discapacidad€ se adaptaron desde el primer momento. No quedaba otra.
A día de hoy, y según los datos ofrecidos por el responsable del Programa de Vigilancia y Control del covid en Euskadi, el comienzo del curso no ha supuesto un incremento de los casos en personas en edad escolar. O lo que es lo mismo, no hay más positivos ahora que durante las vacaciones (que nadie del sector cuestionó, por otro lado). El mundo escolar no se puede entender como una isla alejada de la realidad, habrá contagios lamentablemente pero también los hubo en los parques. ¿Cuál es la solución, no dar clase, retrasar la formación de varias generaciones, acomodar los horarios a otros intereses y no a los educativos? Porque poniéndonos a pensar, también se puede pensar mal.
Los datos de seguimiento de la huelga (cifrados en torno al 40% en centros públicos y mucho menor en ikastolas y otros concertados) hablan afortunadamente de una proporción mayor de profesionales que optaron por ir a trabajar y responder a las necesidades educativas de su alumnado y de las familias; preocupadas por una huelga ajena a los intereses y al derecho a la educación de sus hijas e hijos.
Podríamos aprovechar este interés actual por la educación para plantearse muy seriamente por qué en la CAV estamos en el primer puesto del ranking de gasto en educación y no así en resultados. Algo deberían pensar el gobierno, el personal y profesorado de los centros y, por supuesto, los sindicatos. Es momento de arrimar el hombro, de mejorar lo mejorable criticando lo que haya que criticar, aportando soluciones y con una intención verdadera de tirar para adelante.