- Pone de relieve la importancia de esta nueva crisis, pero recuerda el papel que juega el PSOE.
¿Cuál es su análisis sobre lo que está sucediendo?
-Creo que hay que distinguir entre la realidad como producto de un acontecimiento concreto, en este caso el descubrimiento de la probabilísima corrupción de Juan Carlos I, y la realidad como producto de una situación político social. En España tendemos mucho a analizar la realidad a golpe de crisis mediática, pero cuando pase esta marejada no hay una correlación de fuerzas suficiente como para modificar el estatus constitucional de la monarquía, o yo no creo que la haya. La pelota sigue estando en el tejado del PSOE, y ahora mismo ni siquiera está por un miserable referéndum consultivo.
Ni lo estará
-Sí, no tiene pinta porque no parece que le resulte rentable. Si nos acordamos, el primer Podemos, que era más transversal y venía a romper un poco con las líneas clásicas de izquierda derecha, no le interesaba demasiado el tema monárquico. Cuando Podemos se ha convertido en una especie de Izquierda Unida bis es cuando se ha hecho más republicano y más anti monárquico, pero al principio Podemos tenía muy claro que era un debate que no le interesaba. Y el PSOE tiene clarísimo que es un debate en el que tiene mucho que perder porque socialmente la figura del rey se ha identificado tanto con la democratización del país, que es muy difícil romper con esa realidad instalada en el imaginario social.
¿La crisis socioeconómica actual alimenta la crisis de la monarquía?
-Yo creo que al revés, me da la impresión de que si el descubrimiento de las cuentas y de los movimientos ilícitos de capital en Suiza se hubiera producido en una situación libre de virus hubiera tenido muchísimas más consecuencias de cara al prestigio de la monarquía. Cuando el actual rey renunció a la herencia fue precisamente cuando empezó la crisis del covid, y parece que esperó un poco a buscar esos tiempos adecuados cuando hubiera una crisis todavía mediáticamente más impactante para mover su propia estrategia mediática. Creo que la crisis del virus lo que hace es esconder la crisis de la monarquía y que desde Zarzuela han jugado con los tiempos.
¿Venimos de una espiral del silencio frente a la versión oficial monárquica? Eso se ha ido rompiendo...
-Sí, pero lo característico de esta última crisis es que por primera vez está en sede judicial y hay unos papeles sobre cuya evidencia no se puede saltar, y a mí me parece que eso es lo decisivo. Efectivamente, durante los últimos cuarenta años había un manto de silencio evidente sobre todas estas cuestiones. La inmensa mayoría de los medios de comunicación se confabularon para respetar la figura del rey, por lo que sea. Y lo que ha cambiado ahora es el hecho de que judicialmente hay unos papeles y ya no se puede silenciar. Aparte de que en 2015 el sistema de partidos se modifica y ya no solo hay dos partidos claramente monárquicos al mando del país, sino que hay otras opciones, más libertad de prensa, otros medios de comunicación, existe Internet… es decir, serían muchas causas las que explicarían que precisamente ahora todo esto estalle.
¿No es un peso muy grande descansar la estabilidad del sistema sobre la conducta de una persona sin apenas controles democráticos?
-El silencio de los medios de comunicación se explica por dos grandes pilares que lo sostienen. Uno es que asumen que blindar mediáticamente, no solo constitucionalmente, la figura del rey equivale a blindar mediáticamente al sistema, que hay cosas que están fuera de discusión. El otro pilar es que al establishment no le interesa en absoluto derrocar a este rey, porque hay un enjuague caciquil que se hereda del franquismo, una mezcolanza entre las grandes empresas y el sistema político, y eso los grandes partidos, los que protagonizaron el bipartidismo, no lo tocan, es uno de los peajes de la Transición, y en esas grandes empresas están los medios de comunicación, por tanto no les interesa mover esa rama. Si tienes esos dos pilares garantizando el silencio, este se impone, excepto en pequeñas fisuras y movimientos que escapan, pero que son minoritarios.