madrid - El PSOE y Unidas Podemos evidenciaron ayer en su primera reunión de coordinación las tensiones en el Gobierno a cuenta de la aprobación de la ley de libertad sexual, un desencuentro que se enderezó con el compromiso de Moncloa de aprobar la norma en el “plazo previsto”, según Podemos, la semana del 8-M. Tras 40 días de aparente sintonía en el Gobierno de coalición, Podemos expresó las discrepancias que generaba el proyecto de ley integral por la protección de la libertad sexual y contra las violencias sexuales, pero el propio Pedro Sánchez quitó hierro a los desencuentros y garantizó que el Gobierno cumplirá con los plazos.

Las quejas de Podemos se debían a que, tal y como expresó la propia portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, el conjunto del Gobierno abogaba por abordar una reforma del Código Penal “de amplio espectro” que abarcase desde los delitos sexuales a la sedición, frente a los deseos del Ministerio de Igualdad de no esperar para revisar la tipificación de los abusos y agresiones sexuales. Además, desde Podemos apuntaban a que el proyecto está terminado pero no se había recibido aún la conformidad del Ministerio de Justicia, lo que dificultaba que pudiese aprobarse en el Consejo de Ministros del martes 3 de marzo, como se había pactado.

AGRESIONES Una vez resuelto el desencuentro, el presidente Sánchez, aseguró que el Ejecutivo cumplirá con la fecha prometida para aprobar la ley de libertad sexual. Pero insistió en que lo importante de esa norma es que situará a España a la “vanguardia” en la protección de las mujeres. El presidente añadió que en una sociedad comprometida con la igualdad de género y en contra de la violencia machista, el porcentaje de mujeres que sufren agresiones sexuales y violaciones es “inaceptable” y por eso hay que modificar el Código Penal cuanto antes.

Pese a que el de la ley del Ministerio de Igualdad ha sido el más visible, también se han generado choques a cuenta de las políticas migratorias, tras avalar la justicia europea las devoluciones en caliente. Mientras la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y el segundo, Pablo Iglesias, negaron las discrepancias, otros dirigentes de ambas partes reconocieron que sí había fricciones.