El Gobierno de Euzkadi expidió pasaportes a la ciudadanía que lo solicitaba durante la Guerra Civil y en los albores de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era poder poner a salvo la vida de personas que ansiaban exiliarse en países receptores de refugiados. Lo paradójico de esta realidad es que, entre los diferentes documentos emitidos con este fin, hubo uno que, a pesar de denominarse en euskera Igarobide, no tuvo traducción oficial de pasaporte. Es decir, sí cumplía las mismas funciones de acreditación de identidad y nacionalidad fuera de su Estado, pero su denominación era “carnet”, título así impreso en castellano, francés e inglés en la credencial.

Sea como fuere, el papel que aquellos igarobides jugaron hace 80 años fue crucial para la ciudadanía vasca cuya vida peligraba. Así lo estima el director del Museo Memorial del Cinturón de Hierro, Aitor Miñambres: “El Igarobide fue la tabla de salvación con que la que el Gobierno de Euzkadi en el exilio protegió a sus compatriotas, cuando el huracán de la guerra en Europa amenazaba con atraparles sin remedio”.

Miñambres echa la vista atrás y recuerda que eran pocas las personas que viajaban a otros países durante la Segunda República. El Gobierno estatal era quien cursaba los pasaportes a la ciudadanía vasca. A continuación, la Guerra Civil obligó a que el Gobierno de Euzkadi expidiera, en nombre de la República, un tipo de pasaporte de una sola hoja y válido para realizar un único viaje. Según el episodio bélico evolucionaba, este tipo de documentos también lo hacía. La Consejería de Gobernación -dirigida por Telesforo Monzón- se vio en la tesitura de crear una credencial para la evacuación de “ancianos, mujeres y niños”, enumeraba. Era válida para Francia y Gran Bretaña.

Miñambres detalla un ejemplo más de documento de identidad. “Tras la caída de Bilbao, con miles de vascos en la entonces provincia de Santander, la Consejería de Gobernación creó lo que, por primera vez, denominó Gobierno de Euzkadi-Pasaporte. Valía únicamente para quienes embarcaban en el puerto de Santander en un momento de guerra muy complicado”.

Además, el Gobierno Vasco acreditó la identidad a su ciudadanía en Catalunya, Iparralde y Francia. Tal es el caso del Euzko Izat agiria o carné de ciudadano vasco, destinado a hombres y mujeres exiliados.

“Les expedían sus correspondientes carnés, indicando en euskera, castellano, francés e inglés la naturaleza del documento. El Gobierno se preocupó mucho al respecto”, acentúa Miñambres.

Y acabó la guerra en abril de 1939. El Gobierno de la Segunda República quedaba sin jurisdicción. Francia temía una nueva guerra mundial, conflicto que comenzó el 1 de septiembre de ese año. En ese marco, el ejecutivo del lehendakari Aguirre creó el igarobide. “Su traducción en castellano sería pasaporte, sin embargo, el Gobierno de Euzkadi lo tradujo, en letra pequeña, como carnet de identidad, en castellano, inglés y francés”. En su portada, además, se lee Euzkadi.

Todo lleva a calcular que se emitieron al menos dos mil igarobides. “No hemos visto un número de documento más alto”, agrega. En ellos, se concedía permiso para viajar a América y Europa, sin fecha de caducidad, para facilitar las cosas a sus poseedores.

Como curiosidad, al cotejar diferentes ejemplares de estos carnés con carácter de pasaporte, de cubierta verde, se lee que la fecha de emisión de todos ellos es anterior al final de la Guerra Civil, cuando en realidad todo apunta a que no fue así. Miñambres considera que el Gobierno de Euzkadi los fechaba de tal forma para que constaran como válidos desde que la Segunda República estaba vigente. De ahí que consten fechas de diciembre de 1938 cuando en realidad debían ser de diciembre de 1939, coincidiendo con la partida de barcos, por ejemplo, a Venezuela en ese mes desde Francia. “Los igarobides que conocemos, expedidos en Baiona, se entregaron a hombres, aunque no se descarta que también mujeres viajaran con ellos”, valora el investigador memorialista.

Barco a Venezuela Tal es el caso del gudari navarro José Estornés que, tras caer Catalunya, fue enviado en enero de 1939 al campo de Argelés Sur Mer. En sus memorias narra cómo el propio Telesforo Monzón acudió allí y les facilitó la salida a él y a otros compañeros, para llevarlos a un lugar de acogida de refugiados del Gobierno Vasco.

Cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a Francia, Estornés logró un igarobide para el exilio en Venezuela. Primero, le confirmaron que había una baja en el barco La Salle y que podría viajar, pero necesitaba el sello de la Gendarmería para poder salir de Francia ese día y la oficina acababa de cerrar. Así, de una forma muy curiosa y en última instancia, logró obtener el permiso.

Al personarse en la oficina, fuera de horario, Estornés vio a un capitán gendarme que le pareció de rasgos vascos. Al gudari se le ocurrió saludar en euskera y el señor le respondió diciéndole que era navarro como él -uno de Nafarroa y el otro de Behe Nafarroa- y amablemente estampó el sello sobre el igarobide. El idioma le posibilitó exiliarse porque “vete a saber qué hubiera pasado si hubiera entrado hablando en castellano”, dejó impreso, y fue más allá al escribir “nos gustó muchísimo tener un pasaporte vasco por primera vez”. Además, el destino fue de su agrado. “Ir a Venezuela, país del que fue Bolívar, el mismo que dio nombre a mi batallón”, concluía.