donostia - Su etapa como vicelehendakari del Gobierno Vasco presidido por el jeltzale José Antonio Ardanza hizo de Ramón Jáuregui una figura eminentemente pactista que se rebeló pronto contra el terrorismo de ETA, incluso en el franquismo, y que valora de forma sobresaliente cómo “entre todos” se ha cerrado ese negro capítulo. Ahora bien, al socialista le preocupa que el PNV acabe en los brazos de EH Bildu porque “nos puede llevar a una fractura”.
Criado en un entorno nacionalista, pronto dio la espalda a los objetivos de ETA.
-Mi primera ruptura personal la viví con mis amigos cuando una tarde de agosto de 1968 asesinaron a Melitón Manzanas, un torturador. Sentí que lo que todos celebraban no era una buena premonición. Siempre hubo razones para luchar pero no para matar. Y seguí diciendo lo mismo.
Se le ha considerado como el adalid de la transversalidad.
-Siempre he creído necesarios los acuerdos con los nacionalistas porque forman parte del país e incluso son mayoría. Con ellos se ha progresado y hasta he defendido mejor mis ideas que no son nacionalistas. Ingenuamente pensé que el entendimiento construiría lo que sería una sociedad postnacionalista. Recuerdo cuando hablaba de esto con Mario Onaindia, y me produjo una emoción especial cómo el socialismo tradicional obrerista se abrazaba con la izquierda nacionalista (EE). Es evidente que hay cosas del nacionalismo que no me gustan y que combato abiertamente las tentaciones independentistas.
Fue clave en el primer Gobierno de coalición en el Estado en 1987.
-Junto a Ardanza modernizamos Euskadi. Hicimos cosas importantes de las que no se acuerdan ese uno de cada tres jóvenes que no saben ni qué ha sido ETA. Construimos la unidad democrática frente a la división entre nacionalistas y no nacionalistas en la lucha contra la violencia, el Pacto de Ajuria Enea. Mucha de la generosidad del PSE renunciando a la Lehendakaritza tras ganar y la escisión del PNV estaba motivada por ese objetivo. Y lo que hoy es Bilbao, con el Guggenheim, las conexiones de ferrocarril, carreteras... se deben a esa etapa entre 1990 y 1995. También me siento orgulloso por la apuesta del Gobierno español en cuanto a la reconversión industrial vasca. Hay muchos empresarios que me dicen que la pareja Ardanza-Jáuregui fue muy importante para Euskadi. Tuvimos una gran complicidad aunque el estrés me provocó que me salieran dos piedras en el riñón.
Sus peores años los vivió como delegado del Gobierno español.
-No hace falta recordar lo que fueron los años de plomo. Eran también consecuencia de una democracia no construida y una sociedad vasca muy débil contra el terrorismo, por no usar otro adjetivo. La comunidad internacional no sabía lo que pasaba en España y confundía ese terror con una lucha justa.
¿El mejor? ¿Octubre de 2011?
-Ese momento justifica casi toda una vida. Veníamos de momentos como la ponencia Oldartzen, la socialización del sufrimiento, las contramanifestaciones frente a quienes censuraban un secuestro, y yo llegué a pensar que eso no iba a acabar nunca. Y la manera tan digna y democrática con que conseguimos la paz me llena de emoción más allá de sus protagonistas. Incluso aquellos que decidieron disolverse poniendo fin a la violencia. Otros fenómenos como el de Colombia han dejado aún sus residuos sin resolver.
Pero hay sectores que exigen a ETA dar un paso más, y otro...
-Hacen mal quienes cuestionan la victoria de la democracia. ¿Que hacen política? ¡Claro! Esa era la condición de la paz. Siempre se decía aquello de o votos, o bombas. ¡Hagan política!, les decíamos. Pues ahora hay ideas políticas que son parte del debate democrático.
El país se ha vacunado contra la violencia en parte porque los que la usaban entendieron que estaban arruinando su propia causa.
¿Cómo percibe la apuesta del Ejecutivo de Urkullu por un nuevo estatus político y jurídico?
-Pues me tiene seriamente preocupado por el riesgo del autonomismo al independentismo. EH Bildu quiere forjar una alianza de futuro con el PNV y presenta un proyecto que no quiero calificarlo desde el punto de vista legal pero que es independentismo a medio plazo y además antieuropeo. Puede fracturar a la sociedad y llevar al país a un empobrecimiento. En estas condiciones el pacto que sustenta el PSE en el Gobierno Vasco es insostenible si el PNV se entrega a la izquierda abertzale. Y no hay opciones intermedias, como puede presuponer el Euzkadi Buru Batzar. Yo le digo a Urkullu que no hay soluciones técnicas a decisiones políticas.
Un claro mensaje al PNV.
-Es que tendrá que decidirse. Se ha convivido con un autogobierno profundo con extraordinarias competencias que han transformado el país estos 40 años. Y sea por la vía autodeterminista o confederal no entiendo que se quiera dar ese salto. Comprendo que EH Bildu lo plantea escondiendo en sus reivindicaciones sociales para la negociación del Presupuesto esa alianza que pretende con el PNV. Pero me parecería perturbador que el PNV opte por ello. Si es así, algunos estamos de sobra. Apostar por Bildu hace incompatible la alianza con el PSE. No estoy en la piel de Idoia Mendia, con la que tengo una gran amistad, pero es mi opinión personal.
En todo su bagaje político, ¿a qué político contrario admiró?
-Al margen de esa etapa que he comentado antes con José Antonio Ardanza, pasé momentos felices con Onaindia. Viví con los polimilis los años de los acuerdos Bandrés-Rosón y yo llamando cada semana al Gobierno para pedir indultos. También con los Aulestia y López Castillo, y después he tenido la suerte de conocer a muchos líderes europeos y experimentar de lleno el debate de la idea europea. La política te enseña mucho pero siempre que uno quiera aprender. Porque además eso es lo que te hace estar a la altura de las circunstancias. Y es lo que busqué desde que en 1978 presidí la gestora en Donostia.