El cargo de president del Parlament es una silla eléctrica. Carme Forcadell se achicharró allí y no quiso seguir porque, imputada como está, cualquier veleidad daría de nuevo con sus huesos en una celda. Y la reincidencia se paga mucho más cara. El escaño lo ocupa Roger Torrent desde el miércoles. Es imposible imaginar que cuando aceptó no sabía de los riesgos reales que conlleva, que no sabe a lo que se enfrenta.

Su discurso, moderado, cauto, pluralista y suturador, contrasta con el papel que algunos quieren otorgarle. De ahí la presión a la que está siendo sometido desde el minuto uno de su mandato. Lo cierto es que, de momento, solo hay un presidenciable que se postule para afrontar la investidura y que cuente con los apoyos suficientes para lograrla, Carles Puigdemont. Pero su situación, a todas luces anómala e inédita en un sistema democrático, complica mucho las cosas, por no decir que las imposibilita.

Todo dependerá de hasta dónde va a querer tensar la cuerda Puigdemont. Si su empeño es ser reelegido pase lo que pase y pese a quien pese -al Tribunal Supremo, al Constitucional, a los letrados del Parlament, a la oposición- la legislatura catalana volverá a ser una montaña rusa y puede ser un fiasco. Y la alternativa es nuevas elecciones y más ración de 155.

Pero dentro del propio independentismo las cosas no están tan claras. ERC -es evidente- no quiere arriesgar lo conseguido en las urnas e insiste en que la investidura de Puigdemont no es viable. Y Roger Torrent es de ERC. Tampoco la CUP se fía ya de nadie (ni nadie de la CUP).

Dados los precedentes, si Torrent aceptase la investidura telemática y por delegación de Puigdemont, debería afrontar el desafío de incumplir el reglamento y, probablemente, desobedecer al Constitucional. Pero ¿alguien engañó a Roger Torrent?

Así que el dilema es: otra confrontación con el Estado y Catalunya vuelve a las urnas con más 155 o Puigdemont cede, da un paso al lado y deja la Presidencia en manos de Elsa Artadi. O alguien saca un conejo (rabbit, que, por cierto, también significa ‘jugador inhábil’) de la chistera.