Desde antes incluso de las elecciones catalanas, y más aún después del éxito en las urnas contra todo pronóstico de Junts per Catalunya (JxCat), un nombre suena con fuerza como presidenta de la Generalitat catalana: Elsa Artadi. En los aledaños del soberanismo catalán se dice que es la apuesta de Carles Puigdemont para sustituirle en el caso de que el president destituido terminara en prisión si decidiera volver a España de su autoproclamado exilio belga y no pudiera tomar posesión, o si optara por seguir en Bélgica o en otro país de Europa y tampoco pudiera ser investido.

Resulta difícil explicar la inesperada pujanza de la candidatura de Puigdemont si no se tienen en cuenta dos elementos: por un lado, la rocambolesca figura del propio president destituido y exiliado en Bélgica, o fugado, según se mire, que con su apuesta de la Llista del President de tinte claramente presidencialista y personalista, elaborada al margen de los cuadros de su partido (PdeCAT), ha conseguido ensanchar su caladero de votos hasta el perímetro de ERC y la CUP; y, por otro, la figura emergente de Elsa Artadi.

La jefa de campaña de JxCat ha sido la responsable principal de dar la vuelta a las encuestas y ganar a ERC en su lucha por el liderazgo en el independentismo. Ha pilotado la sala de máquinas de la candidatura de Puigdemont con una determinación poco habitual para una recién llegada a la primera línea de la política. A principios de noviembre pidió unos días de vacación para irse a Bruselas, donde junto con varias personas del círculo de confianza de Puigdemont elaboró la lista de Junts per Catalunya. Los resultados electorales le han dado la razón en su apuesta por presentar la lista de Puigdemont como aquella que mejor representa la opción de los que sienten la necesidad de restituir al president y al Govern destituido por el Gobierno español en aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Con Puigdemont en Bruselas, Artadi ha sido el rostro de JxCat en Catalunya, además de la persona que ha movido los hilos de la campaña del president cesado en Bruselas.

perfil bajo Los que la conocen consideran a Artadi (Barcelona, 1976) una superdotada y una mente privilegiada y clarividente. Se doctoró en la Universidad de Harvad, fue profesora universitaria en facultades de Italia y China, además de consultora del Banco Mundial, hasta su entrada en la Generalitat catalana en 2011 de la mano del entonces president Artur Mas. Se incorporó al Departamento de Economía dirigido entonces por Andreu Mas-Colell, que ya le conocía de antes porque había sido su profesor.

Su trabajo de hormiguita y su capacidad para ver lo que a otros se les oculta le llevó a ser nombrada dos años después directora general de Tributos y Juego, donde creó la Grossa, la lotería de Navidad catalana. En 2015 fue nombrada secretaria de Hacienda de la Generalitat y al año siguiente pasó a ser directora de la Coordinación Interdepartamental del Gobierno de Puigdemont. En este periodo el president catalán y la que puede ser su delfín estrecharon sus vínculos y forjaron una comunión de intereses que, si no ha aflorado hasta ahora, es por el perfil bajo que deliberadamente adoptó Artadi. Quizás a la espera de que llegara su momento estelar.

La joven promesa de los neoconvergentes niega ser la tapada de Puigdemont. “En absoluto, es una afirmación que no tiene ningún sentido”, asegura. Qué otra cosa puede decir en este momento en el que todas las espadas están en el aire. En unos meses se sabrá si es parte de un discurso o es un compromiso firme. En cualquiera de los casos, presidenciable o no, Elsa Artadi ha llegado a la alta política para quedarse.