no se quiso marchar Yolanda Barcina sin soltar el último rebuzno, o la última coz, en la línea de sus más cerriles obsesiones. Poco antes de que su Gobierno fuera desalojado por las fuerzas del cambio, corrió a presentar denuncia ante el Ministerio de Industria contra la captación de ETB en Nafarroa, a chivatearse de su alegalidad sin tener en cuenta que UPN jamás quiso legalizarla. Y coincidiendo con el Día Mundial de la Libertad de Prensa, ese Ministerio ¡en funciones! conminó al Ente informativo vasco a interrumpir sus emisiones en la Comunidad Foral, bajo amenaza de precinto de sus instalaciones.

Se mire por donde se mire, impedir a los navarros conectar con ETB, y sólo con ETB, es un despropósito que sólo se explica como consecuencia de una paranoia, de una obsesión enfermiza por borrar de la geografía y de la sociedad navarra cualquier vestigio de su auténtica e incuestionable identidad vascona. Una paranoia incubada en el ADN del partido creado por Jesús Aizpun Tuero, para impedir a toda costa la colonización por parte del imperialismo nacionalista vasco que pretendería acabar con la auténtica esencia de la Navarra Foral y Española.

Semejante alucinada teoría dejó sembrado el terreno para el integrismo navarrista trufado de añoranza falangista, caciquismo ancestral, guerracivilimo nostálgico, bravuconería, analfabetismo y clientelismo. Añádase a esta pócima una cierta envidia y un penoso pero fundamentado resentimiento provocado por actitudes violentas iintolerables, y nos encontraremos con el antivasquismo patológico de una UPN que castigó con dureza allá donde más fácil lo tuvo, en el idioma y en la cultura. Una obsesión enfermiza que en ocasiones acompañó el PSN más por interés que por convicción.

Con el zafio desafío del recluta, “hala, que se joda el sargento, que yo no me como el rancho”, UPN protege a los navarros contra la inoculación del veneno vasquista privándoles de lo que les gusta. Porque está bien demostrada la notable audiencia que en Nafarroa las emisiones de la ETB han tenido, tienen y tendrán tanto en sus canales en castellano como en euskera. Con tal de confrontarse con la CAV, con tal de agredir a los navarros que se sienten vascos, a UPN le da igual que decenas de miles de personas que sintonizan ETB en la Comunidad Foral sin ningún prejuicio se vean privadas de esa elección informativa, aunque muchas de ellas sean votantes suyos.

De nada valen argumentos irrefutables como la cultura, el idioma, las actividades deportivas o turísticas compartidas en toda Euskal Herria, o la contradicción de la evidente posibilidad de sintonizar con cientos de canales televisivos de todo el mundo, o la incoherencia de que ETB se sintonice en Burgos, o en La Rioja sin ir más lejos. A UPN le puede el sectarismo, y Yolanda Barcina estará encantada por descansar tras su deber cumplido.

Casi simultánea a tal muestra de estupidez, hemos asistido a una modélica demostración de sentido común. El próximo martes se firmará un protocolo de colaboración entre Nafarroa y la CAV, que reforzará sus relaciones en ámbitos de actuación tan trascendentales como los servicios sociales, la igualdad y violencia contra las mujeres, la salud y consumo, la juventud y deporte, la educación y cultura, la política lingüística, la paz, convivencia y derechos humanos, la protección civil y seguridad pública, el medio ambiente, cambio climático y ordenación del territorio, la administración local, las infraestructuras de comunicación y transportes, la función pública, la administración electrónica, los factores de desarrollo económico, la administración de justicia y los temas concernientes al Concierto vasco y al Convenio navarro.

Nada menos, y nada más, porque acuerdos semejantes los mantuvo Nafarroa con las otras comunidades limítrofes, La Rioja y Aragón. Sólo la enfermiza obsesión antivasca de los gobiernos de UPN renunció expresamente a toda relación con la también comunidad vecina del norte y, por si hubiera un mínimo riesgo de contaminación, tampoco quiso vínculos con Aquitania.

Esta normal expresión de sentido común, una relación normalizada entre Nafarroa y la CAV, ha venido siendo para UPN “cuestión de Estado” contra la que se ha enfrentado por todos los medios, incluido el chantaje. No hay que olvidar que aquel efímero Órgano Común Permanente entre ambas comunidades aprobado en 1996 por el Gobierno tripartito -PSN, CDN, EA- provocó la filtración al periódico de cabecera de las cuentas suizas del presidente, el socialista Javier Otano, y la caída estrepitosa del Ejecutivo.

Después vino el desierto. La ruptura más cutre y casposa con la CAV y todo lo vasco, sin importar consecuencias tan desastrosas como la desaparición de Caja Navarra. Cualquier cosa, antes de ceder al más lógico y natural sentido común.

Afortunadamente, el actual Gobierno de Nafarroa, el Gobierno del Cambio, no tiene miserias que esconder ni cadáveres en el armario que puedan invitar a la tentación de los chantajistas de siempre.