BILBAO - Periodista y músico. Corresponsal político en Euskadi durante 25 años, doctor en Ciencias de la Comunicación, especialista en periodismo en situaciones de conflicto, cronista de la Intifada y la guerra de Irlanda... Mari Carmen Garmendia, ex consejera de Cultura del Gobierno Vasco, dijo de él que “formaba parte del paisaje vasco”. Buen conocedor de la sociedad y la política vascas, Antoni Batista (Barcelona, 1952) recurre a su experiencia para subrayar el compromiso personal de Arnaldo Otegi con el proceso de paz en Euskadi.

¿Por qué un libro sobre Arnaldo Otegi?

-Fue una idea de mi editora. No hay ningún libro focalizado en la persona de Otegi y me dijo que yo podía aportar una nueva perspectiva sobre él, por no ser ni vasco ni español y no estar en ninguna burbuja, ni a favor ni en contra; también por haberlo conocido. Y me animó a escribir este libro, una presentación de Otegi para conocerlo mejor y también para explicar a los que tienen el prejuicio de que es un terrorista, que es algo bien diferente,

¿Cómo es el Otegi que sale en el libro?

-Un hombre polivalente, polifónico y multidisciplinar Una persona que a nivel académico se ha interesado por la Filosofía de las religiones y la Ciencia. Licenciado en derecho y abogado. Un político que tiene una capacidad de comunicación innata. Simpático y aficionado al fútbol. Una persona humanamente muy rica.

En qué está basado el libro?

-En mi experiencia propia. Hay una primera base en mi conocimiento de Arnaldo, en mis conversaciones con él -algunas grabadas, otras no-, y en otras muchas personales y en off the record. Otra base es todo el trabajo periodístico que he hecho con él. Y, a partir de ahí, documentación, círculos próximos de sus amigos, pero en ningún caso los más íntimos, porque eso condicionaría mi perspectiva. Y he cogido un leit motiv: como he dicho que es una persona con tantas facetas, he elegido una y he articulado su vida en torno a la paz.

¿Por que le interesa el personaje?

-Me interesa personalmente por lo que tiene de político que se cree un mensaje ético. Hay políticos tácticos, estratégicos, farsantes, fingidores, marketinistas... y hay otros que se creen lo que hacen, que tienen convicciones. Cuando él me dice que convence a los suyos, que son siempre los más difíciles de convencer, en el sentido de la no violencia, de la desmilitarización y de la vía democrática, me confiesa que lo hace en un registro que puedan entender, el táctico-estratégico: a más violencia menos independencia. Pero también me dice que él cree en la paz como convicción ética y me habla de ética revolucionaria. Ese discurso, que habla de ética, más allá de tácticas y estrategias en un contexto político en el que la ética no fluye, hace que me guste el personaje.

Otegi distingue entre la ética burguesa y la ética revolucionaria. ¿Qué es la ética revolucionaria de la que nos habla el personaje?

-La idea de la paz puede cogerse desde éticas transversales y la gente la puede defender desde ideologías de sentido contrario. Él lo coge desde la ética revolucionaria. Otegi viene del mundo del marxismo, de la revolución -yo creo que más del marxismo mediterráneo de Gramsci que del marxismo leninismo-, y apuesta por la paz como ética revolucionaria. Él le pone ese adjetivo pero creo que admite también otros.

¿Qué puede aportar su libro a un ciudadano vasco?

-Me gustaría que descubrieran a un Otegi que todavía no conocen.

Hay un testimonio interesante, duro y sincero, el de las torturas a las que fue sometido Otegi ¿Qué le sugiere esta experiencia suya?

-Hay gente a la que han pegado un bofetón y se hace el mártir. Hemos visto a un individuo francés que ha dicho haber sido agredido por un yihadista y es mentira. Resulta que un señor que dijo haber estado en Mauthausen no estuvo nunca en un campo de concentración. Hay una comercialización de lo maldito. Y Otegi, que sufrió, nunca se ha vanagloriado de ese sufrimiento. A mi me impresiona que cuando le pregunté por eso, él me contó grosso modo lo que le pasó, pero lo hizo en off the record y añadió: eso no lo cuentes; como diciendo “yo no estoy aquí para hacerme el mártir, sino por mis ideas”. Eso me pareció de gran altura moral. Cuento las torturas no desde lo que me contó él, sino desde lo que era habitual e intuyo que le pudieron hacer.

El sufrimiento que a él le infligieron queda claro, pero se habla poco del que él pudo provocar.

-Al final del libro se habla, no sé si mucho o poco, del planteamiento que hacen él y otras personalidades de la izquierda abertzale sobre alguna forma de reconocimiento del daño causado por ETA y de sus silencios en esos momentos de dolor. ETA actuaba y la izquierda abertzale callaba. Yo he tenido ocasión de ver algunos encuentros, incluso he propiciado alguno, entre gente de la izquierda abertzale y víctimas. Él apunta, al final de libro, que ese recorrido es necesario para lograr una paz verdadera que no sea solo una ausencia de violencia y para que se dé un proceso de reconciliación nacional.

¿Por qué personaliza tanto en Otegi el paso dado de abandonar la violencia?

-La hipótesis de mi libro es que el proceso hacia el abandono de la violencia y la apuesta por vías exclusivamente democráticas es un proceso colectivo que se debe a muchos factores, desde el hastío y la protesta del pueblo vasco saliendo a la calle contra ETA hasta la actuación policial; y finalmente el propio auto convencimiento político de que la violencia no llevaba a ninguna parte y que la única vía posible a la independencia en el contexto de la Unión Europea es la democracia. Evidentemente es un proceso colectivo y de muchos actores, pero siempre hay alguien que tira más del carro. Diría que Otegi, en ese sentido, es el lehendakari del proceso de paz, es el que va por delante, el que empeña su prestigio y se la juega en Anoeta cuando no tiene por detrás a todo su colectivo y la parte militar de la izquierda aber-tzale no ve claro que esto de la paz lleve a ningún sitio. Si hay que poner alguna cara al proceso de paz creo que convendríamos todos en que es Arnaldo Otegi, además injustamente encarcelado, lo cual todavía le da un plus de esa áurea.

Compartiendo la injusticia de lo que le está ocurriendo a Otegi, a veces el libro puede dejar la impresión de que el resto de los ciudadanos vascos, que ni han optado por la violencia ni han militado en ETA, deben algo a Otegi.

-No, no es mi intención. Creo que la paz en el País Vasco se debe a todos los vascos. Ahora, hay personas que en un momento determinado están en un lugar desde el que pueden hacer mucho. No hablaría en términos de que se le deba nada. En cualquier caso sí de reconocer que ha hecho algo en un sentido positivo. Deber, no; reconocer, sí.

¿Qué cree que sucederá con Otegi una vez haya salido de prisión?

-Depende del tipo de Gobierno que se forme en España. Si el Gobierno es mayoritariamente de derechas y españolista, la inhabilitación de Otegi tiene más posibilidades de mantenerse hasta 2022. Si el tipo de Gobierno es distinto, creo que la inhabilitación tiene más posibilidades de ser resuelta a favor de Otegi y de que éste se pueda presentar a unas elecciones. Yo creo que si la izquierda abertzale sigue por el camino que lleva de consolidación institucional, desde la prudencia, Arnaldo Otegi tiene posibilidades de ser presidente de Euskadi en algún momento.

El libro es un retrato de la figura de Otegi y un relato biográfico, hasta llegar al epílogo, en el que usted da un salto a la ficción.

-Hay un epílogo de ficción pero preferiría no desvelarlo porque es la parte que tiene de final de novela.

Ud ha vivido como periodista los tiempos duros de la violencia, los de Ardanza, los de la declaración de Lizarra, de las propuestas de Ibarretxe... Ahora, como ciudadano, el proceso catalán. ¿Cómo imagina que evolucionará la situación política en el País Vasco?

-Los catalanes estamos muy exaltados y lo que he visto es que Euskadi está muy prudente, muy a la expectativa. No tanto pensando en que después de Cataluña -si es que Cataluña llega a la independencia- vamos nosotros, sino desde una posición de prudencia, de que no se ve claro lo de Cataluña. Y desde la preocupación de que otra actitud podría provocar al País Vasco el riesgo de perder unos derechos consolidados, como es la reserva de los Derechos Históricos en la Constitución y el Concierto Económico. Cuando a mí me dicen que ahora nosotros vamos por delante de los vascos, yo creo que esto es un espejismo. No vamos por delante; nos falta mucho recorrido. Los vascos parten de que no tienen que cambiar la Constitución, porque desde dentro -hay estudios interesantísimos, uno Ernest Lluch y Herrero de Miñon- hay margen para que Euskadi avance en su nivel de soberanía sin tocar la Constitución. Bastaría con aplicar bien la parte de reserva de los Derechos Históricos. Por otra parte, Euskadi tiene una estabilidad que en Cataluña está a años luz.

Dice el narrador, en el epílogo, que se cree lo de los vascos. ¿Se lo cree usted, de verdad?

-Yo he vivido en Euskadi. He procurado no solo conocer Euskadi, sino integrarme. Me has pillado una tarde de lunes, con unos amigos invitados a cenar en casa, y estoy preparando un bacalao a la vizcaína que aprendí a hacer en un concurso en Basauri en el que estuve de jurado. He procurado integrarme, conocer el euskera para entender algo, también por la vía de la música, que es mi especialidad. Por todo eso, tengo confianza en este pueblo.