Las causas ideológicas del yihadismo del Estado Islámico se remontan al Egipto de la década de los 70 y al nacimiento de las Asociaciones Islámicas (Yamaat al Islamiya), patrocinadas por el presidente Anwar al Sadat, que las utilizó para neutralizar a la izquierda política. “Siempre ha existido una conexión entre el islamismo yihadista o armado y los regímenes en el poder”, asegura a Efe la arabista Luz Gómez García. Para Gómez, es también importante volver la mirada a dicha época porque en ese momento se fraguó “la concepción mesiánica de la hégira (emigración hacia territorio musulmán huyendo de zonas de impiedad) de los grupos que se automarginaban de la sociedad” en busca de la pureza de la comunidad para lanzarse luego a la lucha.
Estos primeros yihadistas de Egipto, como explica la experta argelina Dalia Ganem, “eran muy locales y no estaban interesados en el yihadismo global”. No fue hasta la toma soviética de Afganistán en 1979 cuando el yihadismo evolucionaría hacia la internacionalización, con la creación de los “cuerpos de muyahidines” que se alimentaron con voluntarios musulmanes de todo el mundo para combatir la ocupación. El regreso de los muyahidines argelinos de Afganistán propició, tras el golpe militar de 1991, el surgimiento de agrupaciones armadas extremistas en Argelia como el Grupo Islámico Armado (GIA). El debilitamiento de la lucha interna argelina y el nacimiento del Grupo Salafista para la Predicación y la Yihad (escisión del GIA y germen de Al Qaeda en el Magreb Islámico, “que se centró en una lucha global en el Sahel y el mundo”) supondrían un paso hacia el yihadismo global. Sin embargo, ambas expertas coinciden en que fue el nacimiento de Al Qaeda y, sobre todo, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos los hitos que marcaron un punto de inflexión en el yihadismo, concebido a partir de ese momento como una doble lucha nacional y global.
“El Estado Islámico es hijo de todo esto, con un fuerte componente nacionalista y territorial y, al mismo tiempo, con todas las características de la modernidad y la globalización de las nuevas tecnologías”, subraya Gómez.
jóvenes Al EI se han unido jóvenes desarraigados. Pero a diferencia del yihadismo internacionalista afgano, que no atrajo adeptos entre los musulmanes de la Europa de los 80, que todavía defendía el Estado del bienestar -como sostiene Gómez-, el yihadismo global está atrayendo a miles de jóvenes europeos desencantados. “De la misma manera que los argelinos, los jordanos o los egipcios en los años 80 vieron en la yihad en Afganistán un futuro que nos parecía desde Europa inconcebible, ese futuro, tan falto de cualquier perspectiva, es el que tienen ahora los jóvenes europeos crecidos en barriadas”, afirma Gómez.
Para Ganem, estos potenciales yihadistas “tienen un problema de identidad, porque nunca se sintieron ciudadanos franceses completos que pertenecen a esa sociedad”. La maquinaria propagandística de los yihadistas ofrece a estos jóvenes la oportunidad de venganza contra los sistemas que les han marginado y promete una comunidad idílica donde integrarse.
Ambas expertas coinciden en que ante reveses en el campo de batalla, como el que sufrió el EI en la ciudad iraquí de Sinyar la semana pasada, sus líderes buscan golpes de efecto con los que contrarrestar sus derrotas. En este sentido, Ganem no tiene duda de que los atentados de París fueron “para compensar lo de Sinyar”, para demostrar que continúan teniendo “capacidad operacional”. Luz Gómez precisa que la elección de París responde también a varios factores: en primer lugar, por su valor simbólico como “cuna de los grandes ideales de Occidente” y su carácter “festivo y monumental”, pero también porque en Francia “los yihadistas tienen más facilidades de infraestructuras, por ser la población que ha aportado más miembros al EI”.