Bilbao - 9.45 horas de la mañana. El aeropuerto de Loiu amanece con los primeros viajeros y en los paneles destaca un destino: París. Con su maleta, su maletín y su portátil, Paul Rolland es uno de los turistas que cogerá este vuelo. Vuelve al hogar, si bien con un sabor amargo: debido a los atentados en su ciudad, no ha podido disfrutar de su estancia en Bilbao. “Cada vez que abro Facebook tengo miedo de que salga la imagen de alguien que conozca herido”. Después de todo, asegura que varios parientes y amigos suyos viven muy cerca de donde han sucedido los atentados. “Es terrible esa sensación de impotencia, ese no saber si las personas a las que quieres está bien”. De momento, con todos los que ha hablado no le han dado sorpresas desagradables.
Pero Paul no está tranquilo. “Tengo miedo de que vuelva a suceder”. Argumenta que el Estado Islámico (EI) es muy poderoso y que no se dedican suficientes recursos a la lucha contra el terrorismo. “Cada vez reducimos más los presupuestos del ejército, la policía y de los servicios de inteligencia, cuando debería ser al contrario”. Según él, la amenaza está ahí y es muy real. Y recuerda que los franceses que profesan la fe islámica no son el problema. “Hay que luchar contra el extremismo, no contra la primera persona que se nos ponga delante”.
Faustino Presa y Lise Chartre son otros dos franceses que ayer volvían a su hogar. A diferencia de Paul, no están a favor de aumentar todavía más la seguridad ni en los aeropuertos ni en las calles. “Está bien como está, porque estas cosas es casi imposible evitarlas”, recalcan estos montrealeses. Aun así, ambos consideran necesario tanto un gran despliegue policial como mantener el estado de emergencia durante los primeros días. “Ello ayudará a que la gente se calme”. Su deseo: que no vuelva a suceder.
Paul y Vernique Schimmerling, por su parte, no son tan optimistas. “La historia no está terminada y puede volver a pasar”. En opinión de estos parisienses, estos atentados son el 11-S europeo. “Hemos pensado incluso en volver antes para apoyar a nuestra familia, pero como estaban bien hemos apurado hasta el final”. Aunque no saben qué va a pasar, lo que sí tienen por seguro es que estos ataques van a cambiar drásticamente el futuro de Francia.
Loli, Loli y María Rodríguez han estado una semana en París y, como estaba previsto, aterrizaron ayer en Bilbao. Todavía tienen el susto en el cuerpo: estuvieron en la zona donde acaecieron los atentados dos horas antes de que se produjera la tragedia. “Ver en la televisión las calles donde acabábamos de estar teñidas de sangre impresiona”, confiesan.
Un viaje inolvidable Al igual que muchos turistas y parisienses, no se enteraron de lo sucedido hasta que les empezaron a llamar sus amigos y familiares. “De repente recibimos un aluvión de llamadas, todos preguntando si estábamos bien”. Fue entonces cuando se encerraron en el hotel.
“Todo parecía tranquilo, pero las autoridades recomendaban no salir”. Así que allí permanecieron la noche del viernes y también la mañana del sábado, “viendo la televisión”; pero a la tarde hicieron una escapada. “No queríamos despedirnos de la ciudad encerradas en una habitación”. El panorama de fuera, desolador. Persianas bajadas, letreros apagados, policías por todas. “Dependiendo de en qué distrito estuvieras no había nadie”. París, de la gran metrópoli a la ciudad fantasma.
“Dentro de lo que cabe hemos tenido suerte de que solo nos afectara el último día”, comentan. Pese a la mirada indecisa de su madre, Loli recalca que si tuviera la oportunidad regresaría. “Son cosas que pasan y pueden suceder tanto allí como aquí”. Por ello, asegura que no dejará de vivir su vida ni de viajar por miedo al terrorismo. Aun así, todavía no se terminan de creer lo cerca que han estado de convertirse en víctimas del atentado.