Nunca una bala en la cabeza de un ejecutado o un cuchillo pasando por el gaznate de una persona que van a matar ha tenido tanto impacto. Es conseguir con muy poca parafernalia bélica un impacto brutal”. Lo dice el fotógrafo y periodista especializado en conflictos armados Gervasio Sánchez -quien en sus treinta años sobre el terreno ha visto prácticamente de todo- al hilo de los macabros vídeos difundidos por el Estado Islámico. Unas grabaciones con las que, según los expertos consultados por este diario, pretenden sembrar el terror, difundir su ideología y prácticas y reclutar adeptos. “Están utilizando, hace año y medio, vídeos muy espectaculares de puesta en práctica de hechos muy dramáticos. Las ejecuciones de periodistas o extranjeros ya hemos visto cómo se han hecho. Respecto a la ejecución del piloto jordano, ni un gran director americano habría tenido un equipo tan completo de grabadores y montadores. Tienen los medios y el dinero para hacerlo y gente muy competente desde el punto de vista de la manipulación de imágenes. Esto es lo sorprendente y lo impactante”, recapitula Sánchez, para quien “lo preocupante es que esas imágenes pueden llegar a muchísimos sitios y tener una gran zona de influencia en lo que se refiere al reclutamiento de otros asesinos”.

En la última entrega, dada a conocer esta semana, es un niño el que, aparentemente, aprieta el gatillo y le descerraja un tiro en la frente a un supuesto espía del Mosad. Nada nuevo para este curtido reportero, que ha conocido a “niños de once o doce años en Sierra Leona, cuya primera misión era matar a sus padres, o que eran obligados a matar a compañeros díscolos o enemigos”. Es tan solo un ejemplo, aclara, porque también en Centroamérica “en los años 80 soldados del ejército regular y guerrilleros menores de edad ejecutaban a compañeros y a enemigos” y “grupos armados, como los Jemeres Rojos, utilizaban a niños en Camboya para hacer cosas brutales”. Los menores, explica el fotoperiodista, “siempre han sido usados como combatientes para hacer atrocidades, muchas veces como una manera de acreditar su valía criminal ante el grupo armado. Lo que pasa hoy día es que todo esto nos lo muestran y por eso nos impresiona. Creemos que un niño es incapaz de hacer esto y no solo es capaz, sino que lo hace muchas veces sin plantearse problemas morales ni de ningún tipo”, rubrica Sánchez, que ha visto con sus propios ojos a menores matando. “En los conflictos armados es muy corriente ver a niños hacer atrocidades. O sea que lo que ha ocurrido en Siria es algo que ya sucedía en el pasado. La diferencia abismal es que hoy nos los muestran haciendo las ejecuciones y nos quedamos con la boca abierta”, subraya.

Más allá del asombro que pudieran causar estas crueles grabaciones, el reportero considera que son “una forma como otra cualquiera de propaganda de una serie de hechos que les permiten influir en jóvenes de otros lugares, a través de las redes sociales, demostrar que están dispuestos a todo y que su ejército tiene un papel que jugar, y eso, quieras o no, tiene una gran influencia en el desarrollo del conflicto”, señala Sánchez, quien insta a profundizar en las causas. “Que un grupo armado tenga tanta influencia, se pasee con tanta facilidad por tantos sitios y tenga tanto territorio ocupado no se explica si no es por el desbarajuste que hay en los ejércitos iraquí y sirio”, opina el fotoperiodista, para quien la conclusión última es que “Estados Unidos ha fracasado completamente en Irak porque la invasión de 2003 fue un desastre, la postcaída de Sadam Hussein, un desastre al cuadrado, y han creado un caldo de cultivo para la violencia letal como ahora se está produciendo y que va a durar muchísimo tiempo”.

Sembrar el terror Dice Juan Pagola, profesor de Comunicación de la Universidad de Deusto, que todos los agentes, ya sean sociales, políticos, económicos o culturales, “son a la vez agentes de comunicación que quieren influir y utilizan los medios para generar un imaginario sobre ellos mismos y sobre lo que quieren difundir”. Por eso, explica, “no es nada extraño que estos grupos, por mucho que sean clandestinos o con prácticas terroristas, al final quieran estar presentes. ¿Y dónde se está presente hoy? En Internet, en YouTube, en las grandes redes en las que está toda la ciudadanía. Ellos no están al margen de este sistema”, indica. Lo que “sí está sorprendiendo verdaderamente”, reconoce, son las “sofisticadas herramientas” que utilizan para grabar estas piezas. “Están bien preparados, tienen una tecnología punta y lo hacen de la forma más rápida, visual y contundente. Funcionan igual que cualquier agente, utilizan los mismos métodos y las mismas formas para vender lo suyo, para difundir su ideología y sus prácticas”, explica. Lo que distaría, obviamente, es el fin. “La difusión de estos vídeos lo que genera es un miedo y un terror en las personas que lo sufren y en los pueblos que son víctimas de ellos”, manifiesta Pagola.

Tras constatar la “clara evolución” que existe entre “lo que hacía Al Qaeda hace quince años” y “cómo están funcionando estos hoy en día”, Pagola resalta la importancia que -más allá de las “acciones que realizan y las estrategias que tengan”- estos grupos “están dando a los mensajes, a las imágenes y a la comunicación en sí misma”. “Utilizan las estrategias propias de cualquier otra organización, lo que pasa es que con fines mucho más perversos, pero el procedimiento es igual a una estrategia publicitaria, de comunicación, con unos objetivos muy determinados”.

Para Asier Arrieta, profesor de Creatividad publicitaria de la UPV/EHU, los vídeos del Estado Islámico “desgraciadamente consiguen comunicar y llegar absolutamente a todos”, pero no tienen nada que ver con la publicidad, que es “algo mucho más honesto, transparente y blanco que una barbaridad como esta”. Si acaso, dice, “podemos llamarlo propaganda, porque detrás de la propaganda siempre hay manipulación y malas intenciones, pero por encima de todo es una auténtica bestialidad”, reitera. Puestos a buscar similitudes, concluye Arrieta, las grabaciones difundidas por los yihadistas -“unas imágenes bien tomadas, en alta definición”- tienen que ver más “con un asesinato en una película”, aunque “la realidad siempre supera a la ficción”.