En este nuevo periodo pre electoral podemos conocer las propuestas de los distintos partidos políticos y separar el grano de la paja para elegir adecuadamente a quiénes vamos a entregar nuestra confianza para los próximos cuatro años. Si siempre han sido importantes la participación y el compromiso políticos, ahora lo son aún más, ya que el desprestigio de la actividad política -en gran medida provocado de manera interesada- raya en lo peligroso por sus consecuencias de debilitamiento de las instituciones y de la propia democracia.

Por otra parte, el tiempo electoral genera la aparición de discursos frívolos, de diletantes, que prometen lo que no pueden cumplir. La política es ideología, son ideas y estrategias para conseguir tal o cual modelo de sociedad para el bien -o no- general; es utopía para el largo plazo pero también praxis en la coyuntura concreta en la que no todo vale. Desgraciadamente, hay un gran desapego y poca confianza en la gente para con los y las agentes políticos; lo malo es que se generaliza y, por ejemplo, como la corrupción se ha demostrado en algunos parece que todos lo son.

La democracia es el ejercicio profundo de la igualdad, por y para la ciudadanía. O lo que es lo mismo, una sociedad en la que primen los derechos de las personas por encima de otras conveniencias e intereses. El PP, con sus políticas contra la mayoría, utiliza el sistema democrático para recorrer el camino contrario al del bien común; pervirtiendo, por lo tanto, el sentido de la propia democracia. Las consecuencias de sus políticas -imponer un curriculum retrógrado, encarecer y/o debilitar la educación en lo público?- son ejemplos claros de acciones para socavarla promoviendo la desigualdad en el conocimiento. Saben perfectamente lo que hacen rompiendo ese principio de igualdad y favoreciendo a las élites adineradas contra la mayoría.

Me viene a la cabeza en este momento la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Su título corresponde a la temperatura a la que se inflama y arde el papel: 451 grados Fahrenheit -233 grados centígrados-. Publicada en 1953, nos presenta una sociedad en la que la necedad y el vacío intelectual son el objetivo de la clase gobernante. En ella, el protagonista es un bombero que se dedica no a apagar fuegos sino a quemar los libros. Las masas privadas del conocimiento son así dominadas fácilmente.

Ese no es el modelo que queremos aquí; donde, además, todavía soportamos que no se haya culminado un proceso que acabe definitivamente con la violencia y sus consecuencias. Últimamente aparecen noticias que no ayudan a sentir tranquilidad. Digo esto porque Sortu, en lugar de defender una estrategia acorde con lo oído en la Conferencia de Aiete, se despacha, aparentemente, con unos planteamientos que saben imposibles y que ni siquiera podrían solucionar ni el Gobierno Vasco ni el PNV. Por lo que más parece pocas ganas que otra cosa.