ayer no era día de visita para el más de medio millar de presos de ETA que están recluidos en las cárceles de España y Francia. La manifestación, sin embargo, los tuvo bien presentes en las casi dos horas que duró una marcha que conectó el corazón de Bilbao por dos de sus principales arterias. Especialmente cálido fue el abrazo, en forma de aplausos, que las decenas de miles de manifestantes brindaron a los familiares de los reclusos, que centraron una concentración que arrancó a paso lento pero concluyó llena de colorido. Acabar con la dispersión para propiciar una profunda revisión de la política penitenciara fue el leit motiv de una marcha que arrancó con 15 minutos de retraso por el gentío acumulado en dos frentes: uno transitó por Autonomía y otro por el Ayuntamiento de Bilbao, para enlazar los dos vectores en la plaza Zabalburu. Pero ya minutos antes del comienzo miles de personas se arremolinaron entorno a La Casilla, donde comenzaron a aparecer una nutrida representación de miembros de Sortu, EA, Aralar y los sindicatos ELA. CCOO Euskadi y LAB. Junto a ellos estuvo el portavoz adjunto de ERC en el Congreso, Joan Tardà. Junto a ellos decenas de miles de ciudadanos anónimos quisieron dar fuerza a una reclamación “mayoritaria en el seno de la sociedad vasca”. Fue el caso de los Arrizabalaga, de Ondarroa; una entre las miles de familias que ayer arroparon la concentración “desde el convencimiento personal” para “reflejar que Euskal Herria apoya una aspiración colectiva, que no es otra que traer a casa nuestros presos”. Pero el protagonismo recayó ayer, principalmente, en los allegados de los presos, que encabezaron los dos brazos de una manifestación que fue abierta por las furgonetas de Mirentxin -con grandes cartelones que mostraban la distancia a varias penitenciarias-, el colectivo de voluntarios que lleva a los familiares a visitar a los reclusos. Nada más arrancar la marcha se llevaron varias ovaciones -tímidas al inicio, pero que luego fueron en aumento en cuanto se cumplieron los primeros metros-, que se entralazaron durante los primeros minutos con proclamas tradicionales como “Euskal presoak, etxera!” o “Presoak kalera, amnistia osoa!”, pese a que el llamamiento de Sare optó por el silencio como forma de protesta. En el recorrido, que tuvo que ira abriéndose paso por Autonomía ante el amplio número de personas concentradas -sobre todo en los tramos más estrechos de la céntrica avenida bilbaina-, asimismo, se mostraron dos pancartas de grandes dimensiones con las palabras “Amnistia” y “Etxera”, además de hacer mención a la situación de los miembros de ETA huidos y los deportados.

Bandera de Catalunya y Galicia dieron la bienvenida al sector que sobre las 18.20 arribó a Zabalburu, donde se llevó a cabo el grueso de un marcado acto reivindicativo. A un lado La Casilla y al otro el Ayuntamiento, la estampa era multitudinaria. Al escenario de la plaza se subieron los bertsolaris Igor Elorza, Maialen Lujanbio y Amets Arzalluz, tras los que Fermin Muguruza y Saroi Jauregi dirigieron un acto -en euskera, castellano, inglés y francés- que también contó con actuaciones musicales por parte de Agus Barandiaran Rafa Rueda o Aire Ahizpak, además de la intervención Hegoa Arakama y Maite Angulo, ambos familiares de presos de ETA.

El golpe final, sin embargo, se hizo esperar. Y llenó de color el centro de Bilbao. Con los familiares de los presos en primera plana, los dos brazos de la marcha se tiñeron de color. Cada asistente había recibido dos señales luminosas que se encendieron todas a la vez, llenado de luz una marcha que se contrapuso a las tinieblas de una politica penitenciaria “planificada y basada en la venganza” que “conculca los derechos más elementales”, remarcaron desde el estrado. Por ello, llamaron a “mantener activa” la llama de la reivindicación “hasta que los presos estén camino a casa” prosiguiendo con la labor de “tejer la red” de Sare “por encima de las siglas políticas y las sensibilidades”.