catalunya continúa en plena efervescencia tras la consulta del pasado 9 de noviembre. Así lo he podido comprobar estos días en los que, por motivos laborales, he viajado allá. El contraste con gente de distintos ámbitos me ha hecho ver una sociedad en marcha, con ganas, a la que le afecta mucho menos de lo que yo pensaba desde Euskadi las múltiples y variadas presiones españolas.
La independencia es una apuesta generalizada, por mucho que asombre. Así lo veo en personas que antes no se definían como independentistas pero que hoy defienden esa idea por entender que es su única manera de frenar el expolio por parte de España, conseguir el desarrollo del pueblo catalán y, por lo tanto, la consecución del necesario bienestar social general.
Otra cuestión muy evidente es que el president Mas ha consolidado su liderazgo por cumplir su palabra e incluso poniendo fecha a su marcha de la Generalitat tras sentar las bases constitucionales catalanas. Sorprendente, por lo inusual, y generoso.
Sin duda, lo más destacable en el panorama político catalán es la prioridad que se da a la unidad política y a los acuerdos necesarios para posibilitar el futuro de ese país. El empuje y protagonismo de la sociedad civil -aliada exigente- han sido básicos a la hora de lograr la colaboración y entendimiento de las fuerzas políticas. Todavía es pronto para afirmar rotundamente si lo conseguirán o no; lo que sí está claro es que la gran oportunidad catalana reside precisamente en la firmeza actual.
Parece que Junqueras y Mas se llevan bien y se fían uno del otro -indispensable también en un proceso de este calado-. Por eso, la escenificación de ERC hace unos días, en lugar de provocar desunión y desconfianza, demuestra que tienen mucho hablado; tanto es así que todavía no se puede afirmar tajantemente que no lleguen a las listas conjuntas que planteaban en Convergència -a tener en cuenta también en la decisión final la matemática de los posibles resultados electorales con una o más listas-. En el fondo, da igual, puesto que han conseguido lo más importante.
¿Y en Euskadi, qué?, preguntan. Aun salvando las distancias, nos falta mucho para llegar a ese punto óptimo de movilización de la sociedad civil. Ahora es cuando se ve claramente en casa el daño que hizo ETA a la causa nacional vasca. La vulneración de los derechos humanos, bien aprovechada por partidos de ámbito nacional español -con su indiscutible ejercicio también de violencia política-, generó la fractura y la desconfianza entre los partidos políticos vascos. Hoy aún resultan complicados los acuerdos y seguramente deberá pasar un tiempo para construir confianzas y entendimientos. Por eso, deviene un reto ineludible para los y las políticas vascas; por respeto y en respuesta a la mayoría social vasca. Hay que hacer lo que hay que hacer.