Pamplona - Navarra se encamina hacia un vuelco social, político y electoral sin precedentes. Un terremoto que los sismógrafos vienen anunciando hace tiempo, cada vez de forma más anunciada, y que el Navarrómetro situó ayer ante los ojos de quienes hasta ahora se habían negado a reconocer. Una encuesta coyuntural, realizada en un momento concreto y en medio de un clima social y político determinado. Con la sociedad efervescente por los continuos casos de corrupción y sin que los gobiernos de turno sean capaces de dar una respuesta. Pero que anuncia una sacudida histórica que puede arrasar con todo el mapa político. También en Navarra. Una indignación absoluta que explica que un partido en construcción, sin estructura y sin un líder local conocido pase en apenas unas semanas del anonimato a ser primera fuerza política.

Según el Navarrómetro, Podemos lograría 18 escaños, algo que hasta ahora solo han logrado UPN y, en los primeros años de democracia, el PSN. Un respaldo social que arrastra consigo al partido de Yolanda Barcina (la presidenta recibe una valoración de 2 sobre 10), que pasaría de los 19 escaños actuales hasta los 8 en un descalabro sin precedentes. Un claro mensaje de castigo que se traduce en un trasvase de votos a Podemos desde casi todos los ámbitos sociológicos, geográficos y generacionales. Desde la abstención y el PSN sobre todo (no parece hacer mella en el espacio abertzale), pero también de UPN. En favor de un partido blanco, sin pasado y con muchas indefiniciones todavía, pero que permite al elector focalizar en él todo lo que no es el sistema político, económico e institucional actual.

Es un nuevo mapa político en el que las fuerzas abertzales ven mermada sus aspiraciones de crecimiento, aunque no pierden espacio. EH Bildu, beneficidada por la desaparición de Nafarroa Bai, aparece como segunda fuerza con 11 escaños, cuatro más de los que logró Bildu, pero dos menos de los que suman ahora Bildu y Aralar. Geroa Bai lograría la mitad de los que tuvo NaBai 2011, cuatro parlamentarios que quedan lejos de sus aspiraciones como fuerza determinante y cohesionadora de la alternativa. No obstante, Uxue Barkos surge como líder mejor valorada, lo que puede servir como herramienta de arrastre ante la complejidad de los acuerdos necesarios para el cambio.

En similares números queda el PSN, relegado a tercera fuerza con cinco escaños que lo convierten en fuerza casi irrelevante, mientras que Izquierda-Ezkerra sobrevive pese a todo como fuerza parlamentaria con la pérdida de uno de sus tres representantes. Peor futuro le queda al PP, empatado con un partido abiertamente antiforalista como UPyD. Ambos rozan el 3% que permite entrar en la Cámara, un escaño que tranquilamente pueden perder.

Un escenario tan nuevo como complejo y difícil de gestionar. Porque más allá de la irrupción de Podemos como primera fuerza no se atisban mayoría ni liderazgo claro. Con UPN sin margen de maniobra, la iniciativa debería recaer en la fuerza de Pablo Iglesias, que en estas circunstancias debería optar entre una alianza con EH Bildu (juntos suman una mayoría holgada de 29 escaños), con el desgaste que ello le puede suponer para su asalto a la Moncloa. O buscar una alianza con otras fuerzas de izquierdas, como I-E y Geroa Bai, pero que posiblemente requerirá del concurso también del PSN, uno de los pilares del régimen que aspira a derribar.

El contexto Para comprender los resultados de la encuesta hay que tener en cuenta la fecha en la que se hicieron las entrevistas. Todo el trabajo de campo se desarrolló en la primera semana de noviembre, con el interés mediático centrado en Podemos (esos días se hicieron públicas dos encuestas que situaban a la formación de Pablo Iglesias como primera fuerza) y en la Operación Púnica contra la corrupción. Y coincidiendo con nuevas revelaciones de este periódico sobre el cobro de dietas en Caja Navarra por escuchar conferencias. Un caldo de cultivo perfecto para la nueva formación, que sufre el efecto empuje nacional para superar todas las previsiones y quedar como primera fuerza

La encuesta muestra así un nivel de hartazgo y cabreo sin precedentes en Navarra, unido a una preocupación intergeneracional por el futuro. Parámetros objetivos que miden el malestar social, y que contradicen de forma rotunda el triunfalismo gubernamental con el que el Gobierno de UPN vienen anunciando el final de la crisis y la mejor situación económica que el entorno. Los ciudadanos ni lo perciben ni lo esperan a medio plazo (El 81% considera que el Gobierno de Navarra está gestionando la crisis mal o muy mal), y lejos del discurso oficial, se muestran preocupados casi en exclusiva por la corrupción y la crisis, muy por encima de la violencia de ETA o de la mejora de las relaciones con la CAV, algo que ven necesario siete de cada diez navarros.

No obstante, el estudio, al que posiblemente le falten elementos sociológicos correctores, también esconde un importante voto oculto (más de la mitad de quienes votaron a UPN y PP no reconocen haberlo hecho) y señala un rechazo frontal al conjunto de las instituciones, incluidos los partidos, de los que sale indemne la nueva formación. Por lo que queda por comprobar si los datos expuestos en el Navarrómetro son solo una declaración de castigo de los ciudadanos, o un movimiento de fondo lo suficientemente arraigado como para reventar para siempre el mapa político y que conocíamos hasta ahora. Ilusiones y esperanzas que tal vez se vean frustradas en los próximos nueve meses, pero que hoy son el principal motor de un cambio radical profundo al que parece encaminarse Navarra de forma inevitable.