El final de ETA
las autoridades francesas han detenido en las últimas horas a una de las principales dirigentes de ETA, Izaskun Lesaka en compañía del también presunto activista Joseba Iturbe, implicado según fuentes de la lucha antiterrorista, en el atentado de la T4. Izaskun Lesaka era una de las tres responsables de la banda junto a David Pla e Iratxe Sorzabal, autores de los últimos comunicados, incluido el del cese definitivo de la violencia del año pasado. Con su detención, estamos ante la prueba del nueve. Por un lado, por la extrema debilidad de la organización aunque siguen haciendo caso omiso a la petición de los miembros del Comité de Verificación Internacional de no portar armas para evitar enfrentamientos con la policía. Y por otro, porque ni Francia ni España bajan la guardia pese a que tras la victoria de Hollande, ETA se dirigió a su Gobierno con la esperanza de que el relevo presidencial facilitara el diálogo.
ETA vive una de las situaciones más extrañas de su historia y con detenciones como estas, es consciente de que no va a tener cuartel. Ni en España, ni en Francia, ni en Portugal ni en Reino Unido, donde la policía arrestó en junio a Troitiño. La banda ha visto cómo en los últimos cuatro años han sido capturados 400 de sus activistas, cómo se ha quedado sin toneladas de materiales explosivos y cómo ha ido perdiendo a sus sucesivos responsables militares. Solo desde el 20 de octubre de 2011 casi una treintena de etarras han sido detenidos. De ellos, 16 eran capturados en suelo galo, tres en nuestro país y siete en Bélgica, Italia y Londres; siete presos eran entregados de forma temporal por Francia para su enjuiciamiento en la Audiencia Nacional y seis eran extraditados judicialmente.
Nada se ha parado contra la banda pese a que aquel 20 de octubre tres encapuchados anunciaran mediante diez palabras ("ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada") el fin para siempre de su violencia. Doce meses después, la organización terrorista sigue viva, se niega a disolverse, a entregar sus armas y ve cómo la policía poco a poco, consigue desmantelar una estructura que se dedica más a su supervivencia diaria que a otra cosa. ¿Hasta cuándo?
Detenciones como la que hemos vivido, nos abocan a una situación de transición hacia un final al que nadie se atreve a poner fecha. Hacia un final del terrorismo que no parece tener vuelta atrás, pero con una desaparición de ETA que se vislumbra todavía más lejana. Sobre todo, porque en esta última fase entrarán más factores en juego. Entre otros, y pese a que en público algunos lo nieguen; la propia banda, sus presos, la izquierda abertzale, los mediadores internacionales y el Gobierno.
ETA ha dado pasos. Por ejemplo, nunca antes en su historia se había dirigido a las patronales vasca y navarra por carta para notificarles como lo hizo en abril de 2011 que cancelaba la extorsión. Ha dado pasos pero tiene que dar más. Y en ese camino tienen que ir de la mano con sus presos. El fin de ETA se vivirá en las cárceles donde a día de hoy 453 se mantienen fieles a la ortodoxia de la banda. Su final no será posible sin un cauce con sus reclusos. Ellos deben dar el paso. Algunos ya lo han hecho. Se lo escuchamos a Txeroki, quien fuera jefe militar de ETA hasta noviembre de 2008 cuando fue detenido en Francia: "La lucha armada ya no procede". Y en ese escenario, la izquierda abertzale, con quien ETA mantiene su propia pugna practicando una política de hechos consumados, tiene mucho que decir. Tiene una oportunidad de oro para con sus 276.989 votos, deslegitimar socialmente el terrorismo desde el Parlamento Vasco. Sin reconocer a las víctimas es imposible que quienes ostentarán el liderazgo de la oposición en la Cámara avancen hacia la reparación del daño causado por ETA.
No se quedarán de brazos cruzados. De hecho no es descartable que aprovechando su presencia, la izquierda abertzale busque una vía de comunicación con el PP vasco, que le sirva de acceso a un Gobierno de Rajoy que sigue esperando un gesto de ETA. Un gesto que dé evidencias de su disolución y que abra la puerta a un acercamiento de presos. Lo que está claro es que ETA dejó de ser hace tiempo la preocupación prioritaria de unos ciudadanos aterrados ahora por el crecimiento del paro hasta la insufrible cifra de seis millones. A la sociedad, ETA le importa bien poco. Por eso, solo hay que esperar que detenciones como éstas, marquen la ruta para un final definitivo.
Opinión
Andoni orrantia