rabat. Un total del 45% del censo electoral marroquí (13,6 millones de personas) votó en las elecciones legislativas anticipadas celebradas ayer, en una jornada caracterizada por la ausencia de incidentes graves. Los votantes, que al mediodía eran solo un 11,5% de los inscritos, se duplicaron prácticamente tres horas después, según las cifras del ministerio del Interior. Los 38.150 colegios habían cerrado a las siete de la tarde y las previsiones (ya que los datos no serán oficiales hasta hoy) eran que la participación superaba el 45%, muy por encima del paupérrimo 37% del electorado que acudió a las urnas en 2007, pero lejos de ser una alta participación. En cuanto a los resultados, tampoco se conocerán hasta hoy.

"No tenemos noticia de incidentes mayores hasta el momento", dijo Kamal Lahbib, que preside el Colectivo Asociativo para la Observación de Elecciones, donde tienen cabida 3.200 observadores marroquíes desplegados por todo el país. Sin embargo, Lahbib recordó que debían esperar hasta el final de la jornada, incluyendo el escrutinio y el recuento total, antes de ofrecer una apreciación general de su desarrollo.

Tranquilidad El ambiente en las calles de la capital, Rabat, no era muy diferente al de cualquier viernes, y de hecho la afluencia a las mezquitas en el día santo musulmán era mucho más apreciable que la registrada en las oficinas de voto.

La organización islamista semi tolerada Justicia y Caridad, que había pedido el boicot a los comicios, denunció en un comunicado que los imanes de las mezquitas habían pedido a los fieles ir a votar, una información que no ha sido posible comprobar. Un testigo no ratificó la denuncia y dijo que en su mezquita no había habido alusiones al respecto, aunque no descartó que hubiera sucedido en otras. Justicia y Caridad (ilegal, pero no perseguido) también denunció "el transporte colectivo" de votantes con vehículos puestos por el Ministerio del Interior, práctica que suele ser registrada casi en cada cita electoral.

Los partidos políticos movilizaron a abundantes interventores en los colegios electorales de la capital, particularmente el Partido Justicia y Desarrollo (islamista moderado), que parte como favorito, pero en la periferia rural de Rabat, concretamente en el poblado de Sehoul, solamente había un interventor de un partido mayoritario.

Fueron muy pocos los que accedieron a pronunciarse sobre el sentido de su voto, reclamando el derecho a guardar el secreto, pero los pocos que lo hicieron fue en su mayoría para afirmar que habían optado por el PJD. Un hombre de 53 años que dijo ser votante de la Unión Socialista en el pasado, dijo haber optado por el PJD pese a no ser islamista, "pues es la última oportunidad que tenemos de creernos que esta es una democracia", mientras que su hija de 18 años, votante por primera vez y con la cabeza descubierta, también votó por el mismo partido "convencida por sus mensajes".

Si el PJD gana las elecciones, el rey Mohamed VI tiene teóricamente la obligación de encargarles el gobierno, según el nuevo texto de la Constitución aprobada el pasado 1 de julio y con la que el monarca conjuró en un primer momento la llamada primavera árabe.

los poderes Los islamistas del PJD no contemplaban más escenario que el de una victoria electoral. Abdelilah Benkirane, su secretario general, dijo que esperaba que su agrupación pasara de estar en la oposición a pertenecer al gobierno. La nueva Constitución, aprobada por los marroquíes en un referéndum en julio, establece que el rey, que mantiene el poder total sobre los asuntos militares y religiosos, debe elegir al nuevo primer ministro del partido que se quede con la mayoría de las bancas en el Parlamento. "Votar por el PJD representa votar a favor de un programa que resuelva los problemas que enfrenta el país, especialmente en áreas como educación y salud", dijo Benkirane.

Los observadores consideran que el PJD, actualmente la segunda fuerzas en el Parlamento, tiene grandes posibilidades de salir victorioso, si se tiene en cuenta que en la vecina Túnez ganaron los islamistas en la primera elección democrática del país tras el levantamiento popular. El rey Mohammed VI, que encabeza una monarquía que gobierna Marruecos desde hace 350 años, introdujo reformas en la nueva Constitución para intentar calmar a los desilusionados marroquíes e impedir así una revuelta popular contra su régimen similar a la de Túnez.