Vitoria. El PSE-EE pisa el acelerador electoral en esta última semana de campaña, en un intento por dar la vuelta a las encuestas. Volverá hoy Alfredo Pérez Rubalcaba a tierras vascas, en este caso a Barakaldo, en su segunda etapa vasca tras su paso por Gasteiz la semana pasada y ayer los socialistas vascos eligieron nada más y nada menos que la donostiarra plaza de la Constitución para celebrar uno de los contados mítines en espacios públicos que se han celebrado durante esta campaña. Un lugar emblemático para el socialismo, sede de la librería Lagun y en el que Ernest Lluch pronunció su célebre "qué alegría llegar a esta plaza y ver que los que ahora gritan antes mataban y ahora no matan", durante la campaña de las municipales de 1999. Poco más de un año después, Lluch fue asesinado por ETA. Las palabras que pronunció en aquella campaña se volvieron a escuchar ayer, un prólogo que marcaba la senda a las intervenciones del día, la del exalcalde donostiarra y candidato al Congreso, Odón Elorza, y la del lehendakari y secretario general del PSE-EE, Patxi López. También asistió el cabeza de lista por Álava, Ramón Jáuregui, que por la tarde participó en un mitin en Iruña Oka junto a Yolanda Vicente.
Con mayor sutileza quizá que de la que hicieron gala Felipe González y Alfonso Guerra al comienzo de la campaña para introducir en el debate el fin de ETA, los socialistas vascos reivindicaron ayer, no tanto su papel -que también- en la nueva situación, sino el propio contexto de paz. López aseguró que los demócratas han recuperado "las calles y las plazas de Euskadi y ya no hay lugares prohibidos", que ahora "las calles son de todos" y que a los que antes les estaban vetadas pueden "de nuevo caminar sin miedo". El lehendakari recalcó que ahora toca asentar la convivencia y la concordia" y afirmó que los socialistas no desean construir el futuro "sobre el rencor", "pero tampoco queremos un futuro sin memoria".
Micromítines Alfredo Pérez Rubalcaba recalará esta tarde en el BEC de Barakaldo. Ayer, día de digestión de encuestas electorales que le vaticinan un descalabro histórico, el candidato socialista se lanzó a una fórmula de campaña diferente, los micromítines, actos muy cortos, con poca gente, en pueblos pequeños -en este caso de Galicia- y en los que pidió a sus compañeros que hagan "un esfuercito... o un esfuerzazo".
"Yo no soy igual que Rajoy, ni en derechos, ni en economía ni en empleo", sostuvo en un intento movilizador del voto de izquierda. Así, advirtió de que "las cosas que no ponen en el programa no es porque se les hayan olvidado, es porque no las quieren poner", pero sí que las están aplicando en las comunidades autónomas donde gobiernan, dijo. "Si lo hace Feijóo, Cospedal, Aguirre y Fabra es porque a Rajoy le gusta y hay que decírselo a la gente", afirmó. Miró el candidato especialmente a la economía y a Europa, protagonista de la actualidad y aseguró que el PSOE quiere "repartir los costes de la crisis", a la que se refirió como la "más profunda" que nunca ha vivido Europa. Por eso abogó por "dar la cara en Bruselas y decirle a Merkel y Sarkozy que así no se sale", y es necesario "darse a valer en Europa" para reclamar, aparte de ajustes, también inversión.