BILBAO. Como cada cuatro años, el PNV se prepara para afrontar un proceso de reflexión que asistió el jueves a su pistoletazo de salida, y que culminará con la renovación o reelección de parte de los altos cargos y la aprobación de su hoja de ruta los días 13, 14 y 15 de enero en el BEC de Barakaldo, con la reunión de la VI Asamblea General del partido. La formación calienta motores para la cita, que se saldará, previsiblemente, con la reelección de Iñigo Urkullu como presidente del EBB. El burukide afrontaría así un segundo mandato al contar con la confianza de su partido tras haber alumbrado la victoria jeltzale en las elecciones autonómicas de 2009 y en las municipales y forales del pasado día 22; toda vez que ha sabido capear la difícil situación del paso a la oposición en Lakua por mor de la entente PP-PSE. En su haber computa, asimismo, el logro del cierre de las transferencias pendientes, así como su apuesta por la paz y la normalización. Su perfil conciliador no sólo posibilitó unificar el partido y desterrar las divisiones, sino que ha abierto una línea de entendimiento con el Gobierno español que se ha revelado clave para los intereses de Euskadi.
El arranque del proceso electoral y de reflexión ha sido notificado desde el EBB a las presidencias territoriales, que se han encargado, a su vez y desde el pasado jueves, de transmitir la noticia a las organizaciones municipales. La Asamblea hará balance de los últimos cuatro años, al tiempo que procederá a la reafirmación o, en su caso, reformulación de su proyecto político y de los estatutos de funcionamiento. Además, elegirá al presidente del PNV.
En lo concerniente al proceso electoral, la formación dirimirá sobre la continuidad de los cargos cuyo mandato se halla a las puertas de expirar. Así sucede con el presidente del EBB y otros 8 burukides -no así los territoriales-, 5 miembros de la Comisión Nacional de Garantías y Control y otros 5 del Tribunal Nacional de Justicia. El plazo de presentación de candidatos culmina el 14 de octubre, y todos los postulantes habrán de superar la prueba de fuego que pasa por lograr las firmas de 100 afiliados. Durante los días 13, 14 y 15, la Asamblea General debatirá los tres documentos de reflexión y procederá a elegir al líder del partido. Un puesto que, con toda probabilidad, recaerá nuevamente en Iñigo Urkullu, que es el único nombre que se baraja.
nombres y decisiones Su previsible reelección le sitúa al margen de la sucesión de Ibarretxe como candidato a lehendakari -puesto para el que han sonado los nombres de Josu Erkoreka, Jokin Bildarratz, José Luis Bilbao o Izaskun Bilbao-, dada la bicefalia del partido. Desde que el jeltzale accediera a su cargo el 2 de diciembre de 2007 en el Palacio Euskalduna, ha sabido lidiar con más de una situación desfavorable. Su estreno tampoco se prometía sencillo, pero Urkullu logró unificar el partido y cerrar las heridas del pasado. El expresidente Josu Jon Imaz y su homólogo en el GBB Joseba Egibar renunciaron a la elección en un acto de generosidad que dejó, en principio, el camino expedito para la vía de consenso que encarnaba el candidato.
El presidente del EBB supo mantener el papel referencial del PNV en el panorama político vasco a pesar del desalojo de Lehendakaritza. Trabajó para la consecución de un logro histórico como es el cierre de los traspasos pendientes a la CAV después de más de treinta años de incumplimiento estatutario, y hasta UPyD ha llegado a reconocer que es el partido jeltzale quien gobierna desde la oposición en el territorio.
Además, Urkullu tiene su mirada puesta en uno de los principales y más inmediatos retos del país y de su partido. La paz y la normalización marcan la agenda jeltzale, y el burukide pide tiempo para avanzar en la resolución del conflicto. No se muestra partidario de un adelanto electoral en el Estado y reclama pasos a José Luis Rodríguez Zapatero que, según ha podido constatar el de su frecuente interlocución con el mandatario español, coincide en la percepción de que es necesario aprovechar el nuevo escenario. Aquí, el PNV está dispuesto a arriesgarlo todo. Avisó al PSOE de que la ilegalización de Bildu acabaría con sus relaciones quitándole su apoyo, mientras el presidente español le reclamó que esperara la sentencia del Tribunal Constitucional. Finalmente Bildu obtuvo el visto bueno.