DEL idilio al divorcio. La operación liderada por Patxi López para evitar las primarias -y descabalgar a José Luis Rodríguez Zapatero de la secretaría general del PSOE, que al final es lo que supondría la celebración de ese congreso extraordinario que reclama el PSE-EE, aunque quizá ésa no fuera precisamente la intención primera de López-, es sólo el último episodio de una relación en desgaste desde que el líder del PSE-EE alcanzara la Lehendakaritza en 2009. Y eso que el ascenso de los socialistas vascos se construyó en buena medida al calor de la llegada de Rodríguez Zapatero a La Moncloa y de su apuesta por el proceso de paz de Loiola.
Rodríguez Zapatero y el PSE-EE se embadurnaron hasta las orejas en aquel proceso. Era 2006. Pero ya entonces la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba emerge presente en todo momento, desde el Ministerio del Interior. "Uno de los nuestros" es la apelación habitual que los socialistas vascos le dedican en los múltiples mítines y actos del PSE-EE en los que Rubalcaba toma parte. De hecho, él es quien en esta última campaña ha recalado en Euskadi, no así Zapatero. El ministro tiene hilo directo por partida doble con el consejero de Interior y secretario de Política del PSE, Rodolfo Ares, miembro a su vez de la Ejecutiva Federal del PSOE y mano derecha de Patxi López. A Rubalcaba, a priori uno de los principales beneficiados por la maniobra del PSE-EE, llamaba Rodolfo Ares durante aquellas conversaciones en el Santuario de Loiola, para desesperación en ocasiones de la delegación de la izquierda abertzale y del propio Jesús Eguiguren.
Él, Eguiguren, quizá quien le ha dedicado palabras más duras a Rodríguez Zapatero por su política respecto al proceso de pacificación en los últimos tiempos, ha sido también el único miembro del PSE-EE -nada más y nada menos que su presidente- que públicamente ha defendido su continuidad, no ya al frente del PSOE, sino como candidato. Pero el compromiso político del PSE, y de López en concreto, se ha deteriorado vertiginosamente desde su llegada a Ajuria Enea, al mismo tiempo que Rodríguez Zapatero cultivaba con esmero su línea caliente con Sabin Etxea, en pro de la famosa geometría variable que tenía que salvarle en una situación de absoluta soledad en el Congreso.
Desaires como el de las políticas activas de empleo, pactadas a espaldas del Gobierno Vasco con el PNV, o el último pacto de transferencias del Estatuto, incluso el tanteo que tras las autonómicas de 2009 hizo Ferraz para evitar que el PSE apartara al PNV del Gobierno Vasco, han ido minando la entente. La gran paradoja puede ser para los jeltzales, que lograron sacar un gran rendimiento a su condición de imprescindibles para Zapatero en un intento por desgastar a López y, al final, puede resultar que ese empeño acabe precisamente llevándose por delante al inquilino de La Moncloa.