madrid. La reducción de la velocidad máxima de circulación en las autovías y autopistas españolas no es una medida nueva, pero sí inédita desde principios de la década de los 70 del pasado siglo. Existen dos precedentes. El primero se dio en 1973, cuando en España se impuso el límite de 120 kilómetros hora (hasta entonces no existían limitaciones de velocidad en las autopistas), por la crisis del petróleo que azotó aquel año el mundo por la guerra del Yom Kippur entre Israel, Egipto y Siria (la OPEP cerró el grifo del crudo). La segunda limitación, aquella sí de carácter transitorio y también relacionada con los altos precios del petróleo, se dio en 1976 y llegó hasta 1981, limitándose la velocidad en las vías rápidas españolas a los 100 kilómetros por hora.
También la obligación de los conductores noveles de circular a 80 kilómetros por hora, aprobada en 1974 y ahora cuestionada (el Congreso lo hizo en una proposición no de ley aprobada el pasado mes de septiembre), tiene su origen en la misma crisis del petróleo.
advertencia El reverso de aquellas medidas fueron sus consecuencias. Las principales asociaciones de automovilistas del país aseguran que "bajar el límite de velocidad implica aumentar el índice de accidentes". Mario Arnaldo, presidente de los Automovilistas Europeos Asociados (AEA), resumía que la nueva normativa es una medida "poco meditada, precipitada e inadecuada". En este sentido, explicó que el "consumo de carburante no necesariamente tiene relación con la velocidad", ya que un coche parado y con el conductor acelerando consume más que uno a 120 km/h. Asimismo, recordó que ninguno de los países europeos ha tomado una decisión similar y 15 de los 27 miembros de las Unión Europea tiene un limite superior al español en autovías y autopistas.
De la misma opinión son el Real Automóvil Club de España (RACE) y el Comisariado Europeo del Automóvil (CEA).