De la pared de su despacho cuelga un cuadro nuevo, Katea ez da eten, que vigila, desde detrás de la mesa, la actividad diaria de Iñigo Urkullu. No es de su propiedad, pertenece al presidente del Euzkadi Buru Batzar, al que corresponda en cada tiempo. Y viene a ser un recordatorio perenne de ese lema. La cadena no se rompe. "El cuadro es de Iñaki García Ergüin. Es un autor que pinta de manera vital, imprime fuerza, carácter, a sus obras y, además, tiene una manera de pintar que no parece que sea a pincel, sino a golpes de pintura. Es un pintor que merecía un reconocimiento", explica Urkullu. Y añade: "Mirado el cuadro, se pueden apreciar figuras, personas, que pueden hacer una piña, un grupo humano con dinamismo y que también figuran eslabones de una cadena. Eso quiere decir que el que está aquí ostentando la presidencia del EBB tiene que ser muy consciente de que es un eslabón en la cadena". Al otro lado, una escultura, también nueva, mira a través del ventanal. Parece abstracta, pero al mirarla con detenimiento, uno descubre unas gafas rotas. Es una pieza de Jesús Lizaso que, dice Urkullu, le recuerda que desde el principio de realidad y soñando despierto se pueden hacer cosas diferentes.
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