ecía hace poco uno de los viejillos de nuestro querido templo del cortado mañanero que este ir y venir con las normas por el bicho es como cuando sus hijos eran pequeños y estaban todo el día con el yoyó arriba y abajo hasta que un buen día se les iba la cosa de las manos y el juguete terminaba estampado contra el suelo o la pared. Así que los más mayores del lugar, han decidido ir un paso más allá, sobre todo porque a ninguno le ha llegado todavía carta, aviso, llamada, correo electrónico, tam tam, papiro o comunicación alguna sobre cuándo les van a vacunar. Y lo que te rondaré morena, que suele decir uno de los venerables. Ya se ponga el toque de queda a las diez de la noche o a las tres de la tarde, ya se decrete otra vez un confinamiento en casa, ya se prohiba lo que sea, entre varios han realizado un escrito conjunto para solicitar el asilo pandémico en el bar, lo cual ha generado unos seis o siete infartos seguidos a nuestro amado escanciador al saber que los viejillos no tienen ni puñetera intención de pagar nada por la estancia y las consumiciones varias, sino que pedirán la factura y se la mandarán a la consejería o ministerio correspondiente para que la abone. Pero tienen claro que en casa todo el rato otra vez ni de coña, antes se nos encadenan a la barra y que venga la policía.
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