igo a los republicanos aplaudir con las orejas por la espantada de Juan Carlos. El auto exilio del antiguo monarca les envalentona y hasta se atreven a criticar su marcha tildándole de prófugo de la justicia. Como es un ladrón, reclaman un referéndum ipso facto para poder transformar el actual régimen. Luego escucho a los monárquicos de toda la vida loar el gesto del emérito por su lealtad a la corona y ensalzar su legado como artífice de la Transición, héroe en el fallido golpe de Estado y adalid de la España más próspera, democrática y estable de la Historia. Estos aseguran que unos milloncejos más o menos no pueden empañar la impagable labor desempeñada por el Borbón desde la muerte de Franco. Por supuesto, la ejemplaridad real está asegurada con Felipe VI, que este sí que no tiene amantes que le tienten, amigos jeques que le compren ni elefantes que le descubran. Y llego a la conclusión de que, en realidad, me da igual con quién esté más o menos de acuerdo. Los argumentos de unos y otros para defender Monarquía o República no tienen ninguna validez. Supongamos que pillaran en algún renuncio a Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Rajoy o Sánchez. ¿Y qué? Al corrupto se le juzga y punto. La discusión sobre cómo queremos gobernarnos es otra.