el árbol que hay enfrente de mi terraza acaban de brotar las primeras y diminutas hojas de la temporada, de un brillante y clorofílico verde claro, empapadas del agua de todo un invierno y paridas al calor del tibio sol que, aunque sea en los cuatro escasos metros cuadrados de un balcón, o en una ventana, o en la interminable cola del pan, vamos a apreciar este año más que nunca, porque todo en esta vida es una cuestión de perspectiva y la perspectiva ha cambiado para todos. La gente dice que cree vivir una ensoñación o una pesadilla, todo parece irreal, un extraño paréntesis en nuestras vidas, pero quizá lo que hemos hecho ha sido despertar, y en mitad de tanto miedo y tantas tragedias puede que aprendamos algo, con los humanos relojes y calendarios detenidos mientras las hojas del árbol de enfrente de mi terraza continúan con su ciclo vital como si nada. Quizá aprendamos a limpiar la morralla de nuestras cabezas como hacemos con el móvil, y a mirar a la vida como quien va a estar aquí cuatro días, y no como hormigas que viven una jornada tras otra, todas iguales, sin ser conscientes ni de su propia existencia. Algún día todo esto terminará y volveremos a nuestras rutinas diarias, pero dentro de nosotros algo habrá cambiado para siempre.