as consecuencias de la pandemia de covid-19 durante los últimos quince meses han sido -obvio es decirlo- importantes en todos los sectores y actividades. Cuando hace apenas diez meses arrancaba el curso escolar en unas circunstancias muy complicadas ante la incidencia que estaba teniendo la pandemia, pocos imaginaban que el sistema educativo en su conjunto iba a responder de la manera en la que lo ha hecho durante todo este tiempo. Hay que recordar que los sindicatos de la Enseñanza convocaron una huelga en el sector en coincidencia con el primer día de clase bajo la exigencia de “un retorno a las aulas seguro y consensuado”, argumento que se ha revelado ficticio. Cerrado el curso, sin embargo, el balance de la gestión realiada por el conjunto de la comunidad educativa vasca -Ejecutivo, dirección de los centros, profesorado y personal no docente, alumnado y familias- ha sido de sobresaliente. En este evidente éxito -no exento de problemas y contratiempos derivados de la incidencia general del covid-19 pero reconocido por todos- ha sido clave la apuesta por la educación presencial garantizada mediante medidas sanitarias y pedagógicas adecuadas y la dotación de medios materiales y humanos a los centros. Tal y como explicó ayer ante la correspondiente comisión parlamentaria el consejero de Educación, Jokin Bildarratz, durante la presentación del Diagnóstico del Sistema Eucativo Vasco, de media el 99,28% de las aulas han estado abiertas durante el curso, gracias a un esfuerzo colectivo descomunal del millón de personas que componen la comunidad educativa. En este periodo, se han contratado a más de mil profesores adicionales y se han realizado más de 23.000 sustituciones. La respuesta de las personas implicadas ha sido ejemplar. Sin embargo, resulta evidente que la pandemia ha generado también un impacto negativo en el sistema educativo. La actividad diaria se ha visto afectada tanto dentro como fuera de las aulas y eso tiene su reflejo. La desmotivación para estudiar (que ha afectado a más del 72% del alumnado) y el descenso que los jóvenes han percibido en su rendimiento académico son señales para la mejora, como lo siguen siendo una mayor digitalización, el avance en competencias, el incremento en el conocimiento y uso del euskera y el aumento en la inclusividad y la diversidad.