on sordina hasta ayer, cuando el pleno del Congreso destapó por momentos el tarro de las críticas, al parecer su esencia, antes de apoyar la extensión del estado de alarma hasta el próximo 11 de abril, la oposición política embridaba los reproches a la gestión gubernamental de la pandemia del coronavirus y sus consecuencias. La timidez en la reprobación pública, sin embargo, no se fundamentaba en el convencimiento político, sino en el temor a que una sociedad que se contagia del virus a la vez que de la imperiosa necesidad de ser tan responsable como abnegada en la solidaridad entendiera la crítica, por inoportuna y extemporánea, como ausencia de ambas cosas. Ha sucedido también en Euskadi, donde los aislamientos por la pandemia y la activa -eso es evidente e innegable- gestión institucional liderada desde el Gobierno Vasco han acabado por matizar, cuando no silenciar, una censura incipiente en los primeros días de la crisis pero no ha evitado que hayan sido puntual y periódicamente filtrados a la opinión pública mensajes de ese cariz. Respecto a la exigencia de un cierre total del país, en el desconocimiento de sus efectos, o de atípica participación en el diseño y control político de las actuaciones, ambos desde la izquierda abertzale. O sobre la necesidad de la presencia del Ejército español en Euskadi, decidida unilateralmente y anunciada sin consulta, o sobre la rendición de cuentas, a todas luces prematura entonces, desde el PP. A veces, con la paradoja de que fuerzas absolutamente dispares (ERC, EH Bildu, el PP o Vox) planteaban la misma exigencia en lugares (Catalunya, Euskadi, Murcia o Madrid) con casuística epidémica diversas y capacidades diferentes para enfrentarla. No se trata, en todo caso, de obviar que la crisis del covid-19 ha revelado carencias tan globales como la propia pandemia al lado de otras más acusadas en sistemas sanitarios concretos; no solo en el Estado español. Tampoco de ignorar errores como, por ejemplo, la centralización de la compra de material sanitario por el Gobierno Sánchez, que dificultaba operaciones de adquisición ya iniciadas. Sino de que la constatación de unas y otros se utilice desde la mesura y el compromiso y tenga por motivo corregir las primeras y subsanar los segundos, no el afán de obtener réditos políticos o, simplemente, de generar descrédito.