ste jueves el Consejo de Seguridad de la ONU ha celebrado una sesión sobre la situación en Ucrania. Pero lo cierto es que la ONU y el derecho internacional disponen de instrumentos muy limitados para resolver el conflicto. El derecho internacional es una herramienta muy necesaria pero no es ni el ojo ni la mano de Dios. Y solo aceptando sus límites nos puede resultar útil.

Necesitamos el auxilio de la historia y la geopolítica para entender lo que pasa. Ucrania significa para Rusia muchas cosas. Significa en ocasiones la casa, el origen, la fuente; en otras la construcción estalinista de un equilibro nacional, étnico, lingüístico y político regional. Significa la memoria de la segunda guerra mundial, de la invasión alemana y de los fascismos endógenos. Significa la pérdida del imperio soviético y significa la necesidad de recuperar un espacio amplio de influencia que se entiende como propio. Significa la protección de las minorías rusas en otras repúblicas y significa el escenario principal pero no único para reivindicar su condición de potencial global.

Hay dos documentos que hay que conocer. El primero es el discurso de Putin en Munich en 2007. Por aquel entonces, Bush todavía era presidente de los EE.UU. y ese mismo día un atrevido y desconocido Obama presentaba su candidatura a las primarias demócratas. Solana estaba al frente de la diplomacia europea y Merkel era una recién llegada. En España gobernaba Zapatero y en el País Vasco Ibarretxe.

Lo recuerdo para que seamos conscientes del distinto tiempo con que los rusos juegan. Putin sigue en el poder y lo que en Munich dijo resulta más actual que nunca.

Putin presentó allí sus credenciales para liderar la vuelta de Rusia al escenario global tras el paréntesis de la caída del Estado soviético. Rusia no aceptaría un modelo de liderazgo unipolar que no funcionaría en un mundo que no es unipolar. Debemos, dijo Putin, "repensar la arquitectura de la seguridad global (con un) equilibrio razonable entre los intereses de todas las partes para reforzar la multipolaridad". Rusia no aceptaría mayores ampliaciones de la OTAN. "Rusia tiene más de mil años - concluyó Putin- y siempre ha desarrollado una política exterior independiente".

El segundo documento que hay que conocer es la declaración conjunta de Xi Jinping y Vladímir Putin de este mismo mes en la inauguración de los Juegos Olímpicos. Ambos mandatarios subrayaron que "ha surgido una tendencia a la redistribución del poder en el mundo". No hay una sola lectura de la democracia y de los derechos humanos, afirman: "No existe un modelo único para guiar a los países en el establecimiento de la democracia" y "el carácter universal de los derechos humanos debe contemplarse a través del prisma de la situación real de cada país en concreto, y los derechos humanos deben protegerse de acuerdo con la situación específica de cada país y las necesidades de su población". Lo cual en la práctica significa que nadie puede juzgar desde fuera lo que queramos cada quien hacer con nuestra democracia o el trato que demos a los nuestros.

El intercambio de intereses en la alianza chino-rusa se hace explícito: China se opone a la ampliación de la OTAN y Rusia reconoce Taiwan como parte integrante de China. Para terminar, los firmantes declaran su intención de "defender firmemente los resultados de la Segunda Guerra Mundial y el actual orden mundial de la posguerra", lo cual pasa por poner a Rusia y a China en el mismo nivel que los EEUU en el gobierno global.

La parte positiva es que aún no lo hemos perdido todo: sigue la Carta de la ONU siendo el instrumento en que formalmente encontrarnos. Pero si hubo algún tiempo en que albergamos la ilusión de imaginar que una comunidad global compuesta por democracias representativas con libertades era posible, será mejor reconocer que ese tiempo pasó. Volvemos al equilibrio de distintos modelos.