Esta semana Arkabia subía su persiana, el nuevo espacio de Fundación Vital en el centro de Gasteiz. Antes de abrirse al público, el miércoles al mediodía se presentaba al sector cultural alavés. Y el gesto importa. No es habitual que una puesta de largo empiece por el tejido: por quienes programan, producen, median y sostienen actividades durante todo el año. A menudo, cuando llega la invitación, ya se ha hecho la foto o basta con convocar a los cuatro nombres visibles del momento. Aquí se empezó por otro sitio, en un tono más de conversación que de protocolo.
Arkabia llega con una escala poco habitual en la ciudad: cerca de tres millares de metros cuadrados dedicados a exposiciones, artes escénicas, actividades educativas y usos sociales. No es solo tamaño: es intentar que un edificio tenga respiración diaria, no que funcione como un decorado que se enciende y se apaga según la agenda. También el nombre ayuda. Arkabia suena sugerente, con ese eco de nido y de territorio. Como si el espacio quisiera decir desde el principio que no está pensado solo para mostrar cosas, sino para abonarlas, acompañarlas y dejar que arraiguen.
Conviene situar el proyecto en el paisaje institucional alavés. Ayuntamiento y Diputación sostienen buena parte de la infraestructura cultural y social directa. El Gobierno Vasco aparece más como un marco de financiación y convocatorias que como una red propia de salas estables. Y, junto a esas piezas, Fundación Vital funciona desde hace tiempo como una cuarta pata: la obra social y cultural vinculada a Kutxabank, con una presencia sostenida que se traduce en programación, apoyo a agentes y capacidad real de abrir puertas.
Ahí aparece una ventaja clara respecto a las instituciones públicas: para lo social y lo cultural, menos burocracia suele significar más agilidad. Y hay otra diferencia de fondo. La administración vive muchas veces atrapada en la mirada corta de los ciclos políticos, con prioridades que cambian y proyectos que se reordenan cada pocos años. En cultura, donde lo decisivo suele ser la continuidad, esa lógica pesa.
La convocatoria del miércoles reunió a muchas personas y colectivos por dos razones. La primera: el proyecto resulta ilusionante en un contexto general con poco fuste. La segunda tiene que ver con la trayectoria. El equipo de Fundación Vital ha demostrado estos años que hace y que sostiene. Por eso Arkabia no se percibe como un comienzo desde cero, sino como un peldaño más, un cambio de escala apoyado en trabajo previo. En la presentación, el equipo gestor subraya un matiz clave: Arkabia no quiere ser solo un centro cultural, sino también un espacio social. Un lugar de estancia, de cruce y de uso real, con interés por proyectos distintos y por no repetir fórmulas.
Arkabia abre una fase nueva en el mapa cultural de Gasteiz que amplía posibilidades. Si mantiene esa combinación de cercanía, capacidad de hacer y continuidad, puede convertirse en un motor con poso. Y eso, en cultura, es mucho.