Acordar un negocio, ampliar un imperioEFE
Ayer quedó claro, por si cabía duda, que anunciar una condena sin explicar la sentencia es el mejor modo de alimentar la estrategia de agit-prop de Núñez-Feijóo. Que dimita el presidente Sánchez y convoque elecciones es su exigencia tras la condena del fiscal general del Estado. Gana la estrategia de Miguel Ángel Rodríguez, alias MÁR, de ahogar cualquier atisbo de verdad en un océano de bulos. La gravedad de lo que está pasando no la veremos hasta que logren alojar a un individuo de color naranja en Moncloa. O a una individua de color níveo, que ayer Isabel Díaz Ayuso no perdió tiempo para postularse como la Lady Godiva de la dignidad ultrajada, como si el “ciudadano particular” con el que convive no siguiera acusado de fraude fiscal.
Sobre lo de Álvaro García Ortiz opina todo el mundo. El secretario general de la Conferencia Episcopal, César García Magán se dejó decir algo tan revolucionario como que “todos estamos sometidos al imperio de la ley”. Lo comentó en la rueda de prensa en la que anunciaba que a los obispos no les parece mal que los denunciantes de abusos sexuales en la Iglesia acudan al Defensor del Pueblo en lugar de hacerlo a la comisión creada por ellos. Por el ojo de esa aguja no estaban dispuestos a pasar un buen número de víctimas.
La gota que colma
El BCE pide salvarnos sin reglas
Normativa más laxa. El Banco Central Europeo lanzó ayer una consigna bien coordinada, ya que lo hicieron a la vez la prsidenta, Christine Lagarde, desde Francfort, y su vicepresidente, Luis de Guindos, desde Bilbao. El mensaje aboga por flexibilizar regulaciones europeas en materia digital y financiera para compensar los aranceles de EE.UU. y no perder el tren de la nueva revolución tecnológica. Dicho de otro modo, responder al fuego con fuego; al paladín de la desregulación que es Trump, con su estrategia. Vale, siempre que no perdamos de vista que muchas de esas normas están para proteger derechos.
Por algo aún más estrecho quieren hacer pasar en cambio a Volodímir Zelenski y, con él, a toda la Unión Europea. Washington y Moscú se han diseñado una componenda que consiste en dar a Putin lo que quería al agredir a Ucrania y, de paso, llenarle los bolsillos a Trump con la obligación de que los agredidos concedan beneficios económicos a EE.UU. por que le aseguren la integridad de lo que quede de su territorio, además de que el socio trasatlántico se lleve la mitad de las inversiones y las beneficios que genere reconstruir lo destrozado. A la propuesta solo le falta que los europeos aportemos el catering en casa de Trump y de Putin en semanas alternativas. Plan de paz, lo llaman.