En Euskadi se habla mucho últimamente del “modelo vasco de acogida”. Un modelo que –aseguran las instituciones– encarna la dignidad, los derechos y el acompañamiento individualizado. Pero basta asomarse a los soportales del edificio de Betoño, en Gasteiz, para ver su cara oculta: decenas de jóvenes de Mali durmiendo a la intemperie, mientras esperan una entrevista para solicitar asilo. Han cruzado desiertos, fronteras y un mar letal con la esperanza de una nueva vida… y se encuentran con el suelo como única bienvenida.

Algunos responsables políticos, a la hora de abordar tal situación, esgrimen que estos chicos malienses son competencia del gobierno español. Intentan defender que son “otro perfil”, diferente al de “las personas refugiadas que podrían tener llegada a nuestra ciudad” y tener acceso al llamado “sistema vasco de acogida”. Sin embargo, desde Ongi Etorri Errefuxiatuak Araba nos preguntamos: ¿en qué sentido son “otro perfil”? Hablamos de refugiados. Mali arrastra violencia estructural, conflictos intercomunitarios y presencia de grupos armados; huir no es una opción, es una necesidad. Según ACNUR, más de 360.000 personas se mantienen desplazadas internamente en Mali y más de 90.000 malienses han buscado refugio fuera del país desde 2013. Así que, no nos equivoquemos, los jóvenes de Mali escapan de la guerra, del colapso social, de la amenaza directa de sus vidas. Son refugiados, y están aquí.

Y si aceptamos esa realidad —que son refugiados—, la consecuencia es inmediata: el circuito de asilo debe funcionar con dignidad. Desde mayo hay cambios en extranjería que permiten obtener cita en Gasteiz más rápido que antes. Pero más rápido no significa inmediato: la espera se mide en días o semanas… en la calle. Sin alojamiento, sin baños, con una ducha en un polideportivo a 35 minutos andando si tienen suerte, y con la comida dependiendo de la buena voluntad vecinal.

¿Dónde está para ellos el llamado “modelo vasco de acogida”? Si el modelo existe, debe incluir también a los chicos malienses: agilizar trámites, garantizar techo y condiciones básicas durante la espera, dejar de usar la migración como arma electoral… y, como mínimo, instalar baños dignos. Porque un sistema que solo existe en discursos y documentos no es un modelo: es una vergüenza que duerme a la intemperie en nuestra ciudad.

Ongi Etorri Errefuxituak Araba