Vas paseando una mañana de domingo, con la ciudad todavía a medio camino entre quitarse de encima la galbana dominguera y el vermú con los colegas y te encuentras una pareja. Veinteañeros. Ella y él. Y una bicicleta. La operación comienza con ella subiéndose sobre la espalda de él y él, a su vez, en la bicicleta. Un espectáculo digno del Cirque du Soleil, oiga. Los paisanos que andamos por la zona nos quedamos mirando sin decidirnos a aplaudir cuando él arranca a pedalear. Nadie dice nada, pero sospecho que unos cuantos apostamos a ver cuántos metros tardan en colisionar frontolateralmente con algún árbol. Pero no, los perdemos de vista... Hasta que un poco más adelante los volvemos a encontrar. Parece que la aerodinámica de la postura adoptada no les convence. Él se quita el jersey para que ella lo utilice a modo de cojín sobre el cuadro de la bici. El jersey es oversize, por lo que tienen que hacer un importante trabajo de origami para evitar que una manga acabe trabándose entre los radios de la rueda delantera. Y se ponen otra vez en marcha... hasta que volvemos a alcanzarles. A la tercera va la vencida: esta vez, la chica se sienta en el manillar y ambos se pierden, esta vez sí, en el horizonte. Y así es como una mañana de domingo se transforma en una oda al empirismo.
- Multimedia
 - Servicios
 - Participación
 
        
    
                        
            
            
    
src="https://www.noticiasdegipuzkoa.eus/statics/js/indexacion_Trebe.js">