Dictadores de carne y hueso
Aunque su deseo sea la inmortalidad, gobernar para siempre (para lo cual creen que han sido investidos por una entidad divina y ser los únicos capacitados para ello), no dejan de ser hombres como todos los demás. ¡Sí! hombres que se preocupan más por enaltecer sus egos, vanidades y fantasías que por sus gentes. Una conversación que captó un micrófono abierto durante el encuentro que tuvieron Vladimir Putin, Xi Jinping y Kim Jong-un, hablaron sobre ello. Xi Jinping creía que, en este siglo, se podía alargar la vida hasta los 150 años; y Putin que con unos cuantos trasplantes era posible aplazar el inapelable paso del tiempo.
Es curioso que sean estos personajes tan oscuros y tenebrosos, precisamente, los que desvelan tales miedos. No el de lograr que el mundo viva en paz, en armonía y que prevalezca la cordialidad entre las grandes potencias, sino que puedan existir donde tantos y tantos han sufrido el oprobio de su tiranía siendo borrados de la faz de la tierra. Tíos, amigos, magnates, colaboradores, periodistas, críticos, toda una amplia gama de personas que todavía podían estar aquí con nosotros, gracias a la voluntad suprema de estos dictadores, no existen. El contraste es tremendo. El mismo Xi Jinping expresaba que el mundo vive un periodo crucial en donde, dependiendo de las decisiones que se tomen, el Rubicón es la paz o la guerra. Pero no es verdad, tal dualidad no existe, es una invención de ser humano. Se puede vivir en paz, la guerra no es lo contrario a la paz, es el delirio, la locura máxima, la nada…
Sin embargo, estos tres máximos mandatorios no sólo cuentan con una autoridad suprema en sus países, como sátrapas, que deciden sobre la vida y muerte de sus habitantes, sino que dictaminan cómo se ha de pensar y cómo creer, exigiendo no sólo una lealtad sin fisuras, ciega y sorda a las barrabasadas que se pueden cometer, sino, ante todo, una total subordinación a sus delirios de grandeza. Nadie está por encima de ellos. No obstante, por muchos poderes que puedan acumular o que se les conceda o arroguen, por mucho que Xi Jinping y Kim Jong-un sean líderes vitalicios, al igual que Putin, aunque sin ser oficioso, su tiempo acabará tarde o temprano.
Los poderosos y los gentiles pueblan los mismos cementerios, seremos polvo, nos guste o no. Somos, después de todo, mortales. Aun así, cabe pensar que estos tres autócratas se aferran a la existencia como niños que anhelan disfrutar de las chucherías y los caramelos siempre, inmunes a la diabetes.
Eso demuestra su propia debilidad, pero también desvela que no aceptan ni asumen la realidad. Lo que es peor, cuentan con un poder tal que su negativa a aceptar la realidad es la pesadilla para otros. De hecho, podrían acabar padeciendo un deterioro cognitivo, sufrir trastornos psicológicos más graves o ser incapaces de regir con cordura sus decisiones, y aun así, sobre el papel, serían intocables, como Hitler que a punto estuvo de conducir a Alemania a la autodestrucción.
No existe la fuente de la eterna juventud. Ni existe un elixir milagroso, ni se pueden trasplantar los órganos sempiternamente para siempre; aún menos se puede prolongar la vida hasta más del siglo sin, además, haber perdido una parte importante de nuestras facultades físicas o mentales. ¿Acaso se creen semidioses? Con otros, esta breve conversación entre bastidores no habría trascendido.
Si hubiese sido entre presidentes o primeros ministros de gobiernos democráticos habría provocado burla, cuando más, pero habría sido algo anecdótico. Pero con esta clase de personalidades no, porque mientras Putin sueña con vivir muchos años, no duda en sacrificar a miles de jóvenes en los campos de batalla de Ucrania; aún más, no ha dudado en liquidar a sus críticos y adversarios; algo parecido se puede decir de Xi Jinping o de Kim Jong-un, quienes en sus cerrados regímenes, muchos altos cargos han sido borrados del mapa de la noche a la mañana. Tienen un sentido de la vida muy contradictorio. Sólo ellos merecen ser eternos. En vez de preocuparse por la vida de sus ciudadanos, de respetar la dignidad humana o de extraer todo el jugo a la existencia de forma generosa y altruista hacia los demás, actúan como niños caprichosos y crueles.
Hermanos contra hermanos
Putin es capaz de embarcarse en un conflicto desgarrador contra sus hermanos ucranianos y disfruta mientras otros mueren en nombre de Rusia. Xi Jinping podría ordenar a su inmenso ejército invadir Taiwán en cualquier momento. Y en el mejor de los casos, sería una batalla corta y tremenda, donde morirían unos cientos de miles de chinos. Hermanos contra hermanos. Y todo por controlar un trozo más de terreno que lleva décadas sin formar parte de China. En el peor, sería una hecatombe mundial si interviene Estados Unidos para defender la isla de la agresión. Tampoco Kim Jong-un se libra de amenazar con hacer uso de sus armas nucleares contra sus adversarios, aunque sea el suicidio para Corea del Norte. Miles de norcoreanos padecen ya las extremas condiciones de un régimen draconiano, pero no faltan medios para la defensa. Es posible que el mismo Trump, si hubiese sido invitado a la cita, hubiera aportado su granito de arena a la conversación, revelando sus aspiraciones secretas de unirse a este club de los inmortales. ¡Ser presidente de América para siempre! Otro drama.
Desde luego, ha sido muy interesante conocer de manera tan inesperada, sin que fueran conscientes, las íntimas inquietudes de estos hombres que rigen con mano de hierro los destinos de sus respectivos países y la deriva del mundo. Han dejado entrever, no sólo la aspiración de cualquier persona, sino su propia vulnerabilidad y el hecho de que pese a su pose de padres de la patria (firmes e inteligentes), no han sabido madurar como adultos. Desvelar tal secreto les hace más peligrosos si cabe. Si creen que van a prolongar sus mandatos más allá de la lógica humana, no dudarán en actuar de forma aún más despótica y truculenta. Putin ya lo hace en Ucrania, y sus homólogos chino y norcoreano le siguen los pasos en otros contextos.
Así y todo, por fortuna, todos son mortales.
Doctor en Historia Contemporánea