Sahara, el conflicto ignorado
A estas alturas, cada año que pasa es peor. Se anula la posibilidad de que algún día los saharauis sean escuchados y se cumplan las resoluciones de la ONU. Su fallido proceso de descolonización, no cabe definirlo de otra manera, ha llevado de nuevo a este momento, igual que ha sucedido con los palestinos, aunque sea otro contexto y causísticas diferentes, de fracaso e impotencia, de un pueblo sometido e injustamente olvidado. Desde la retirada de España, Marruecos ha actuado con total impunidad en el Sáhara, controlando, en la actualidad, cerca del 80% del mismo. Pero su política no ha sido jamás la de buscar una solución, sino una asimilación del territorio, desde la Marcha Verde, hasta el momento presente, en el que los saharauis se han convertido no solo en una minoría dentro de su propio territorio, sino en una población de segunda clase, maltratada y humillada. La decisión del Frente Polisario, en noviembre de 2021, de poner fin al alto el fuego (desde 1991), ante tanta inercia diplomática, no ha servido para que se produzca ningún movimiento en la esfera internacional favorable a su causa.
De hecho, la posición internacional de Marruecos se ha reforzado, gracias a su compromiso en la lucha contra el yihadismo en el Magreb, de la cual tanto Estados Unidos como la Unión Europea le están tan agradecidos. De alguna manera, el Sáhara se ha convertido en una especie de regalo por este alineamiento. Mientras, miles de saharauis viven sin ver reconocida su identidad ni su cultura y se hayan en el exilio, apátridas, malviviendo en los campos de refugiados argelinos de Tinduf. El único momento en el que son noticia es cuando deciden hacerse oír de la forma más ruidosa posible (pero no la más adecuada ni acertada).
Así, el pasado 27 de junio, fuerzas del Frente Polisario lanzaban cuatro cohetes sobre la ciudad de Esmara, junto al muro que separa el territorio controlado por las fuerzas marroquíes de las saharauis. Su objetivo eran las instalaciones militares, aunque afectaron a una zona residencial, sin víctimas, no lejos de donde se halla el cuartel de la Minurso, la Misión de Nacionales Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental. El Frente Polisario procedió a un ataque similar, en octubre de 2023, provocando una víctima y dos heridos. Y, en noviembre de 2024, hizo lo propio en Mahbes, sin consecuencias. Su intención no es otra que despertar la conciencia dormida occidental, pero de momento es en vano. Al contrario, ya hay un puñado de países que han reconocido vergonzosamente el Sáhara como parte del reino alauí, entre ellos, España, Francia y Gran Bretaña. Esta acción ha venido a coincidir con lo que podría ser un golpe muy duro para el futuro del Polisario. Acaba de ser presentada en el Congreso de los Estados Unidos una iniciativa para declararlo grupo terrorista, al ser definido como una “milicia marxista apoyada por Irán, Hezbolá y Rusia”, cuyo fin es desestabilizar Marruecos. La enmienda tiene la particularidad de apelar a los 248 años de historia compartida, ya que los sultanes fueron de los primeros en reconocer la independencia estadounidense.
Paradójicamente, la rebelión de los colonos americanos contra la corona británica, contra la tiranía, que dio origen a Estados Unidos, debería dotar de una especial sensibilidad a la Casa Blanca por su causa, pero no ha sido así. Hay otros intereses de por medio. Pero la acusación maledicente de ser una milicia marxista o de ser apoyada por países como Irán y Rusia, además de Hezbolá, no es sino una manera de ocultar la verdad de lo que hay detrás del movimiento saharaui. Los saharauis aspiran a que se lleve a cabo el referéndum de autodeterminación que la ONU estableció, negado e impedido una y otra vez por Rabat. De ahí que la misión de los cascos azules, Minurso, haya sido un fiasco y su presencia allí más nominal que implicativa.
Como se está viendo para los casos de Gaza, de Ucrania y de otros escenarios, las estrategias de ciertas potencias son más relevantes que la defensa y garantía del derecho internacional, y las resoluciones de la ONU. Este organismo debería regir la política global, pero está claro que no es así. Entre tanto, dentro de Marruecos se dan posturas distintas a la hora de considerar al Frente Polisario como grupo terrorista. El partido del gobierno, Reagrupación Nacional de los Independientes (RNI) ha condenado el ataque, mientras que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD, opina que son separatistas “marroquíes, extraviados y confundidos”. O lo que es lo mismo, no los considera saharauis. De esta manera, se borra su identidad, no es una táctica nueva, ya lo hacen los israelíes con los palestinos al denominarles árabes.
Este inesperado paso llevado a cabo por Estados Unidos para desacreditar al Polisario no solo tiene como motivo complacer a su aliado marroquí, sino que viene determinado por la lucha contra el yihadismo en el Sahel; aunque el Polisario poco o nada tenga que ver con lo que aspiran a establecer los grupos vinculados Al-Qaeda o del Estado Islámico en la región. Meterles en el mismo saco demuestra la total ignorancia de la Administración Trump en esta materia. Habría que recordarle que el Polisario fue reconocido como legítimo representante saharaui por la ONU y que en 1979 fue miembro fundacional de la Unión Africana. Aunque se hayan detectado yihadistas saharauis, también los hay egipcios, tunecinos, libios, etc. y eso no implica que se deba condenar a tales países. Sin embargo, es evidente que ha sido la desafección internacional lo que ha llevado al Polisario a poner fin al alto el fuego para llamar la atención sobre su causa, pero no deja de ser un enfrentamiento desigual y de baja intensidad y que, visto lo visto, más que beneficiarle perjudica su meta. El tiempo va en contra del futuro del resiliente pueblo saharaui tanto como el desinterés occidental inmerso en defender sus intereses, incluida España, y todo por mantener buenas relaciones con un país como Marruecos que desdeña los derechos humanos y la entidad de los saharauis.
Doctor en Historia Contemporánea