Un conocido adagio dice que se hace camino al andar. Esta es una elegante manera de decir que la vida es un camino que implica una toma constante de decisiones, muchas de ellas inconscientes, seguramente dictadas por la mecánica biológica y por hábitos largamente repetidos, otras son sin embargo claramente conscientes. Desde la consciencia elegimos los senderos a recorrer dependiendo, por ejemplo, del tiempo y esfuerzos que estamos dispuestos a asumir teniendo en cuenta los objetivos a cubrir.
La transición energética es uno de esos caminos que tenemos que andar como sociedad, decidiendo qué sendas recorrer, dados una serie de objetivos a cubrir. Estos incluyen la reducción paulatina de nuestro desmesurado consumo energético, estableciendo las condiciones para ir transformando paso a paso nuestro metabolismo socio-industrial, que también nos desenganche, cual drogodependientes, de los combustibles fósiles.
Caminar por la senda de la transición energética requiere la toma de decisiones a nivel individual y colectivo. Es en la esfera colectiva donde parece que no nos ponemos de acuerdo. Parece que todos queremos recorrer un camino ideal pero no somos capaces de acordar qué sendas debemos priorizar a nivel colectivo. Mientras, el testarudo tiempo sigue pasando. Por tanto una de dos: o no llegaremos a nuestro destino a tiempo (léase, los objetivos de reducción de emisiones) o trataremos de llegar a destino sin poder sopesar bien cómo hacer el camino, las sendas a tomar y, por tanto, de ir aprendiendo a hacer el camino de forma responsable y justa.
Tras demasiado tiempo perdido por la falta de capacidad en la toma de decisiones por parte de nuestros gobernantes, digámoslo alto y claro, vamos tarde. Y ahora parece que nos empezamos a dar cuenta que el tiempo no solo apremia, sino que la urgencia es mal compañera de viaje. Esto está generando al menos dos tipos de reacción: La primera está asociada a un optimismo naif en que algún tipo de milagro tecnológico nos salvará, léase por ejemplo el hidrógeno verde, el coche eléctrico o las nucleares que, por cierto, quieren pescar en aguas revueltas, tal y como hemos vuelto a observar en el contexto del gran apagón. Otra reacción que está ganando adeptos es preferir huir del problema: negar la mayor. Al negacionismo climático le acompañan ahora los retardistas. A los retardistas de toda la vida sentados en consejos de administración de grandes empresas energéticas, se está uniendo un elenco de actores de lo más variopinto.
Vemos con preocupación que un nuevo tipo de retardismo está retroalimentando las posiciones más reaccionarias e individualistas, ya observadas durante la pandemia de la covid-19. Paradójicamente este retardismo de nuevo cuño se agrupa bajo el discurso de la defensa de la Madre Tierra, Amalur (la protección de la biodiversidad, la agricultura, los modos de vida rural, etc.). Muchos de sus adeptos usan discursos de loables objetivos, pero ahí subyace una visión de la transición energética hueca y de un ecologismo que raya el greenwashing desde posiciones pseudo-alternativas, muchas veces parapetadas en parámetros maximalistas y actitudes autoafirmantes. Más allá de clamar por el decrecentismo energético, con lo cual estamos de acuerdo, también es vital proponer alternativas a corto-medio plazo que vayan más allá de la agenda localista.
Desde la atalaya de Gorbeialdea, estamos tratando de denunciar la sinrazón que ha llevado a todo tipo de corsarios, como los que quieren arribar a Araba en los Galeones de Solaria. Para ello tratamos de ofrecer a la gente de Araba la posibilidad de formarse para entender las razones y las posibles soluciones a la crisis energética. Desde Gorbeialdeko Herri Unibertsitatea se trata de desbrozar posibles caminos junto a movimientos sociales y sectores académicos de Euskal Herria y tender puentes entre la evidencia científica y las necesidades y preocupaciones sociales debidas al aluvión de proyectos energéticos en el territorio.
También queremos reflexionar sobre un hecho grave. Hace pocos días nos sobresaltó la noticia sobre el ataque, esta vez sobrepasando todos los límites, a Aritz Otxandiano, quien comparte sus reflexiones sobre la transición energética de forma pública. Este ataque no es el primero que él y otros compañeros suyos han sufrido, pero sí seguramente el más grave. Y parece a todas luces que están ligados a la posición de Aritz Otxandiano de defender, no solo la necesidad del decrecimiento energético, sino también que se desplieguen proyectos de renovables de forma ordenada a todas las escalas. Si bien el debate de las renovables es espinoso ¿qué lleva a algunas personas a querer amedrentar violentamente a personas como Aritz Otxandiano y sus allegados más cercanos de esta manera? ¿Quizás será debido a la falta de un futuro con certidumbre? ¿La falta de un mapa claro para recorrer algún camino de la transición energética? ¿O simplemente la falta de argumentos basados en datos? Seguramente un poco de todo esto. Creemos que estas actitudes se suman a las de los negacionistas y retardistas, metiéndose a sí mismos en el mismo saco de los dinamiteros de la transición energética. Esto puede dar para unas cuantas tesis doctorales en sociología, antropología, ciencias políticas o economía ecológica. Si hay alguna persona interesada en una beca de investigación sobre el tema, que vaya preparando su solicitud o contacte con nosotros para el nuevo curso académico.
Los autores son miembros de Gorbeialdeko Herri Unibertsitatea