Veía el otro día al seleccionador español de fútbol de la categoría masculina absoluta declarando como testigo en el juicio contra Luis Rubiales y tres exdirectivos de la Federación por el beso no consentido a Jenni Hermoso tras la final del Mundial en 2023 –y las supuestas coacciones posteriores– y solo me venía a la mente otra imagen, la de él mismo aplaudiendo a Rubiales en aquella asamblea vergonzosa en la Federación en la que su entonces aún presidente se hartó de repetir que no iba a dimitir. No fue el único. Días después, puso tierra de por medio y pidió perdón. En el juicio, ha venido a declarar que él no se enteró de nada. Creo que en fútbol esto se llama patadón p’arriba. Luego está la displicencia, cuando no el desprecio, con la que se conducen algunos de los implicados en este proceso, caso del exdirector de Comunicación de la Federación, quien sin despeinarse se permitió durante su declaración como testigo sugerirle a la abogada de la acusación particular que debería haberse preparado mejor el juicio. El asunto le tocó las puñetas al señor juez, que le paró los pies. Este juicio está evidenciando las ocasiones perdidas por muchos para actuar con justicia y respeto y la existencia de un statu quo, de un asentado club de compadreo.