Todo iba de evaluar a los candidatos y candidatas de la reelegida presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, en los exámenes obligatorios en el Parlamento Europeo conformar su nuevo equipo de gobierno. De ahí tenía que salir adelante un nuevo Colegio de Comisarios para la legislatura 2024-2029 y no es que no urja, porque desde que ya conocemos que Donald Trump vuelve a ser el inquilino de la Casa Blanca, Europa debe ponerse las pilas para hacer frente a sus políticas proteccionistas y a sus pretensiones de que nos paguemos la seguridad y defensa en el viejo continente. Vamos, que la agenda europea está para pocas dilaciones con un mundo en conflicto, repleto de incertidumbres, pero en esto se interpuso el polarizado escenario político español para liarla y crear un efecto dominó de impredecibles consecuencias en las instituciones europeas. La negativa a aprobar por parte de los populares de la candidatura de Teresa Ribera como vicepresidenta ejecutiva de la nueva Comisión, de Competencia y Transición Ecológica y Digital, abre una crisis en el seno de la UE de las mayorías conformadas para la estabilidad institucional de la Unión.

Efecto dominó

Vetar a Ribera es tanto como tirar abajo todo el entramado de acuerdos parlamentarios para evitar que el crecimiento de la extrema derecha condicione las políticas europeas. De hecho, Von der Leyen ha sido reelegida en virtud de ese cordón sanitario que deja fuera de las grandes decisiones de la UE a los de Meloni, Orbán, Le Pen o en el caso español, de Abascal. Si el PP español, como ha hecho, convence a los populares europeos a no aprobar la candidatura de Ribera, automáticamente, como ha ocurrido, los socialistas españoles vinculan a su grupo a no apoyar al candidato a vicepresidente italiano, Fitto, propuesto por los Conservadores y Reformistas de ultraderecha, apoyados por el PPE. Y este débil equilibrio parlamentario era conocido por todos tras las elecciones europeas de junio, por lo que resulta absurdo que por cuestiones meramente de política interna española se ponga en juego la estabilidad de la legislatura europea en un momento en que tenemos una guerra en Ucrania, una crisis tremenda en Oriente Medio y no hemos resuelto ninguno de los grandes temas de la agenda europea, sea migración, cambio climático o competitividad.

La capacidad de ribera

Los “hearings” del Parlamento Europeo son exámenes de los candidatos a comisarios que evalúan la capacidad de los mismos, su programa de gestión y si en su trayectoria profesional o personal hay alguna cuestión que le incapacita para el cargo. El caso de Teresa Ribera no parece tener problema alguno en su capacidad, si tenemos en cuenta que sobre las materias que ostentaría responsabilidad en la nueva Comisión, tiene sobrada experiencia. Otra cosa es, el grado de consenso que su programa tenga en los grupos parlamentarios de la Eurocámara. Ribera ha hecho gala de la defensa del Pacto Verde europeo y ha llevado a cabo políticas medioambientales que pueden no estar de acuerdo con las posiciones de la derecha europea actual. En eso, sí puede el Partido Popular Europeo modular su agenda e incluso, en el límite, reducir sus competencias. Pero de ahí a tumbarla como candidata habiendo sido propuesta por Von der Leyen, la presidenta elegida por los populares, resta un mundo.

La DANA como excusa

Pero lo peor de este sainete escenificado en las instituciones europeas por la turbulenta política española, es que el principal argumento de los populares españoles para tumbar a Ribera no ha sido su posición frontalmente contraria a la energía nuclear, cuando la taxonomía verde de la Comisión Europea sí la considera renovable o su posición de máximos en los plazos para la descarbonización que complica la viabilidad del sector del automóvil europeo en difícil competencia con el coche eléctrico fabricado en China, ha sido la DANA levantina y su gestión en ella. Algo que aún está en gestión y lejos de su paso por los juzgados para depurar responsabilidades. Sería absurdo pensar que Ribera debe esperar todo ese proceso para saber si puede ser vicepresidenta de la Comisión Europea. La realidad es que una vez más hemos asistido a un vodevil de corrala española en sede europea, pero en el peor momento y con consecuencias por podrían ser mayúsculas para todos los europeos. Un ejercicio de supina irresponsabilidad política.