Soy de la opinión que el Partido Popular comunica muy bien, tanto si vende sus logros como a la hora de manipular la realidad de forma convincente. Por algo es el partido más votado en las últimas elecciones generales. Por eso me ha llamado la atención que el gobierno de Andalucía patine en una parcela en la que este partido tiene muy bien ensayada su argumento: los impuestos. Y la contradicción se ha dado en dos secuencias simultáneas: la primera en la persona de su presidente, Juan Manuel Moreno, al denunciar que no tiene fondos para sanidad, educación y servicios sociales, pese a contar con unos presupuestos, “históricos” (sic). Casi simultáneamente, la consejera de Economía, Hacienda y Fondos Europeos de dicha comunidad, Carolina España, anunciaba nuevas bajadas de impuestos, la sexta o la séptima desde que el PP gobierna en Andalucía. Y todo ello, en pleno debate sobre financiación autonómica.
Dicha incoherencia entre presidente y consejera ha sido tan llamativa, que el ministro de Economía Carlos Cuerpo ha señalado la contradicción que supone denunciar la falta de recursos para la financiación de los servicios públicos, y en paralelo continuar con la bajada de impuestos. Hasta Pedro Sánchez se ha referido al tema en la prensa censurando a los territorios gobernados por el Partido Popular y Vox por “competencia fiscal a la baja”. Madrid es otro ejemplo similar de lo mismo, y en Baleares, las rebajas de impuestos que ha aprobado el Govern supondrán una merma de ingresos de unos 200 millones de euros.
Con todo, lo peor es el mecanismo que utilizan estas y otras comunidades para que estas políticas sean rentables electoralmente. Resulta una obviedad que si recaudo menos, dispongo de menos dinero. La falsedad en la que se escudan es que bajando impuestos se recauda más. Está demostrado que esta pretensión no se cumple, y con menos ingresos se dispone de menos recursos públicos. Punto. Pero el verdadero argumento práctico es que al ser comunidades autónomas dentro del régimen general, es decir, que la caja económica impositiva está centralizada, la artimaña de la que Isabel Díaz Ayuso es maestra, consiste en propalar la bajada de impuestos para que cale en el electorado y, cuando no llegue el dinero presupuestado para cubrir los gastos de la sanidad, la educación o la asistencia social, se acude por lo bajini al gobierno central para que cubra el bache. Unos se llevan la medalla, y otros apoquinan el dinero que falta. Y la faena se remata acusando a los demás de insolidarios.
En definitiva, es hora de hacer patente la imposibilidad de reducir al mínimo la intervención del Estado en la economía y la sociedad (mínimos impuestos), al mismo tiempo que se garantizan los servicios públicos. Y de seguido, habría que recordar sin desmayo que los impuestos han permitido históricamente sanear las cuentas públicas y redistribuir la riqueza, manteniendo los servicios básicos y la protección de los sectores desfavorecidos de la sociedad. Lo que se puede y se debe discutir es la eficacia en la gestión de los recursos por parte de las administraciones públicas y el destino del dinero. Pero esto no se hace, y llama la atención.
Es muy fácil señalar a nuestros conciertos para tildarlos de modelos económicos de privilegio obviando la perversión que supone, además de pasar por alto que las mayores desigualdades impositivas se generan con las políticas fiscales que la Comunidad de Madrid impone. Es un verdadero dumping fiscal al beneficiarse, por un lado, del efecto capitalidad del Estado, lo que le hace recaudar más que el resto. Y por otro, al bonificar algunos impuestos o eliminarlos directamente, atrae inversores y contribuyentes de otros territorios en clara competencia desleal con las comunidades que no disponen de la misma capacidad recaudatoria; aunque algunos perjudicados directos de esto sean gobiernos del PP, pero la comunicación desinformativa está para eso.
Tampoco parece que a muchos votantes del PP les llega la noticia que España, en su conjunto, los tipos impositivos globales siguen por debajo de la media de la Unión Europea. Y encima, una parte significativa de la población no tributa por las rentas tan bajas que obtienen.
Lo cierto es que el partido de Feijóo comunica, llega a la víscera (las maneras son otra cosa) y gestiona admirablemente sus contradicciones. Entre nosotros, la gestión económica y fiscal no la trasmitimos nada bien en los logros y sus resultados. ¿Para cuándo una viceconsejería de comunicación al más alto nivel del gobierno? En las elecciones, cada vez es más importante recibir una comunicación eficaz de la buena gestión, porque la magia de los impuestos sigue siendo contando más que las habas bien contadas.
Analista