El secuestro de la verdad es algo más que una frase bonita, pues la fidelidad a la misma siempre es una asignatura pendiente. Más en estos momentos de crispación política y social, en los que la desinformación, el silencio o la exageración calculada y el señalamiento culpable están en el orden del día. Por ello valoramos el esfuerzo de no pocos medios informativos por la defensa de la verdad.
Señalar como enemigo al que no piensa como uno mismo, descalificándolo, deshumaniza la convivencia entre personas y divide la vida social. Alimentar permanentemente la confrontación, culpabilizando siempre a los demás, ahonda la división y el enfrentamiento. De ello somos testigos todos los días.
Una regeneración democrática sincera, que se fundamenta en la ética política, se vale de la verdad y no de palabras vacías e interesadas.
La injusticia y la mentira destruyen la verdad y dañan la dignidad de la persona. Este secuestro, esta ausencia de la verdad, da lugar a la pos-verdad (lo que viene después de la verdad).
1. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?
¿Somos conscientes de las repercusiones que tiene esta postura en la familia, en el trabajo, en la sociedad y en la política? ¿Se puede vivir y trabajar solidariamente en estas circunstancias?
Siempre hemos creído que verdad es lo que corresponde a los hechos. Parece que esta idea ya no sirve. Con la pos-verdad uno siempre cree tener la razón. En esta situación “todo vale”, “la verdad es lo que me conviene”, “la verdad es lo que piensan, dicen y hacen los míos”, “lo que hace mi grupo es lo único válido y tiene futuro”. Se daña a la democracia, no sólo con bulos y mentiras, sino también con medias verdades, exageraciones y silencios cómplices. No se puede vivir en una permanente acusación y desconfianza mutua, pidiendo luego solidaridad y cooperación. La pluralidad y la confrontación son necesarias en toda sociedad democrática, pero siempre siendo fiel a la verdad.
La búsqueda de la verdad, el diálogo sincero, el acuerdo y el pacto trabajado, a veces en situaciones difíciles, han solucionado muchos más conflictos que las guerras, las huelgas y los desafíos violentos. Decir lo contrario es mentir y manipular a la opinión pública.
2. Razones de esta situación que vivimos
Los factores que más han influido en la pos-verdad en la que vivimos insertos son, entre otros, el desprestigio de la razón, el relativismo radical, “todo es igual”, y “sólo vale lo que me sirve para conseguir algo”. Todo ello lleva a la desvalorización de los hechos. Como no hay una realidad objetiva, cada uno define y defiende los hechos de la manera que más le conviene. La utilidad pesa más que la realidad. Se apela al compromiso por la verdad, pero dentro de lo que interesa.
Muchas noticias y comentarios van dirigidos a crear ciertos sentimientos, opiniones y emociones aunque sea de forma sucia. Se nos venden soluciones fáciles y noticias edulcoradas para no ver o tapar la realidad: las personas refugiadas; las que no tienen trabajo; la situación de las personas privadas de libertad o las que sufren el desprecio, el abandono o agresión por su género o por su raza; el ingente número de inmigrantes y, no digamos nada, de la información condicionada sobre las guerras que sufrimos o de las que existiendo no se nos informa.
Un análisis sereno e imparcial de las últimas campañas electorales, nos hace pensar que el objetivo no ha sido tanto dar soluciones concretas y posibles a los problemas que tenemos, sino ganar el mayor número posible de votos para la propia candidatura, señalando los supuestos defectos personales de los oponentes políticos. Se apela a lo instintivo, me cae bien o mal, más que a la razón.
3. Para avanzar en verdad liberadora
Creer demasiado en todo lo que se nos dice puede ser peligroso, pero no creer en nada ni en nadie dudando de todo, es todavía más peligroso. En esa mentalidad y en un ambiente de consumismo desaforado, la verdad se convierte en una mercancía más que se compra o se vende al mejor postor. Esto impide una convivencia saneada y feliz. La regeneración democrática, reiteramos de nuevo, nos exige superar todos estos obstáculos teniendo presente la fidelidad a la verdad y a la sana colaboración.
La verdad sobre el sufrimiento ajeno, en sus múltiples formas, exige ir más allá de la mera curiosidad informativa. Implica un esfuerzo y una aproximación valiente que nos lleve a acciones comprometidas, que nos haga pensar y actuar de forma eficaz y continuada. De esta manera la fidelidad a la verdad, aunque sea ir contracorriente, nos hará más libres y facilitará una mejor convivencia.
Miembros del colectivo Etiker